¿TE CONSTRUYES O TE DESTRUYES?
LO QUE DICES, LO QUE CREES Y LO QUE SIENTES. CORRIGE ANTES DE QUE SEA TARDE
Hola,
amiga(o) pensante. No se necesita ser adivino para saber lo que está pasando
dentro de una persona y el porqué de la realidad que está viviendo.
Oyendo
las expresiones que dejan salir, las razones que dan para explicar lo que les
sucede, lo que dicen sentir, lo que creen o no creen, etc., esas personas están
describiendo su condición psicológica y su modo de vida.
Muchas
de estas expresiones o explicaciones que dan para justificar lo que les sucede
las usan con frecuencia. Las repiten sin darse cuenta del significado de sus
palabras. La repetición de pensamientos es una manera de condicionar la mente y
el cuerpo para que respondan de manera automática a eso que se está
pensando.
Por
ejemplo, un estudiante que quiere ser cirujano, mecánico, cocinero, o lo que
sea que esté aprendiendo, debe repetir las acciones acordes a cómo piensa que
es o debe ser.
Repetir
expresiones o pensamientos significativos es una práctica ancestral; están los
mantras, las oraciones, las afirmaciones “positivas”, etc.
Por
eso no es de extrañar la tendencia de las personas a repetirse; quieren ser
como ya han sido. Y eso tiene sus ventajas y desventajas.
Si
algo sale bien, y se presenta otra situación parecida, se repite la actitud,
las acciones, todo el procedimiento. Pero si las cosas vienen saliendo mal o no
muy bien, no se necesita ser un genio para darse cuenta de que repetirse
conduce a obtener resultados negativos.
Las
personas tienen sanas ambiciones, deseos, sueños, anhelos, etc., pero si ya han
condicionado su mente y su cuerpo con su manera de pensar o con sus creencias,
hacer un cambio en algún aspecto de su modo de vida, incluyendo la salud física
o mental, no es tarea fácil, y menos si no adquieren nuevos conocimientos que
se puedan aplicar a lo que quieren lograr.
Antes
de desear o actuar para solucionar o producir cambios deseables en uno, es
recomendable preguntarse: “¿lo creo posible?”
Hay
que hacerse esa pregunta y envolverse en esa sensación de firmeza de que: “sí
lo creo posible”, ya que lo siento en mi mente, en mi cuerpo y en mí como un
ser espiritual.
En
caso de no sentir esa plena certeza, o si hay una vocecita que parece decir:
“no estoy seguro”, hay que tomarse un tiempo examinando cuáles son las razones
que nos estamos dando para no confiar en uno mismo al 100%.
Siempre
hay una explicación que la persona se da para justificar las dudas que tiene de
sí misma. Y todas vienen de su pasado.
Esos
hechos pasados le hicieron producir consideraciones, ideas o creencias, que se
convirtieron en una manera de pensar repetitiva. Repitiendo esas conclusiones a
las que llegó acerca de sí mismo, condicionó su mente y su cuerpo para que
respondieran de esa manera.
He
ahí la razón de por qué los santos milagrosos y Dios no toman en cuenta sus
ruegos cuando están en apuros. Ni la llamada suerte los acompaña por ser mala
gente consigo mismo.
No
es que no creas en ti, sí crees, pero lo que crees de ti no te favorece en
nada.
Y
el que pide, pide por lo que siente, y lo que siente es su verdad. No importa
qué digas ni cómo lo digas, no se puede ocultar lo que se está sintiendo.
Aquel
que repite: “nada me sale bien”, “cuando no es una cosa es otra, no salgo de
una”, “este será mi destino”, “fulano nació enmantillado… yo no”, “suerte que
tienes tú… yo no la tengo”, de manera encubierta o indirectamente se están
negando a recibir las bendiciones del Creador.
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