EL DESÁNIMO TIENE SU CAUSA
Entre tú y tu mente, alguien tiene que tomar el mando
Hola,
amiga(o) pensante:
¿Amaneciste
desanimado? ¿La misma pesada rutina de siempre? ¿Te sientes algo disperso, con
la mente flotando y sin nada que realmente te entusiasme? Qué fastidio…
¿verdad?
Iniciar el
día con las energías anímicas bajas puede ser una señal temprana de estados
depresivos. Estas condiciones no aparecen de la nada: se gestan lentamente, a
veces durante semanas o meses, hasta que se vuelven notorias. Y sí, merecen ser
escuchadas.
Hay
malestares que, aunque presentes, no impiden cumplir con los compromisos. Uno
se mueve, hace lo necesario… pero al final del día busca la cama como un
refugio urgente. Muchos viven así: con un agotamiento más mental que físico,
deseando dormir hasta que se disuelva ese desánimo persistente.
Y sin
embargo, hay momentos —a veces inesperados— en que esa energía vital regresa.
El cuerpo se aligera, el rostro sonríe, las bromas fluyen, la amabilidad
reaparece. Entonces te preguntas: ¿qué cambió?
Algo pasó
entre tú y tu mente.
¿Ya sabes
para qué usamos la cocina? Para preparar alimentos. ¿Y la mente? Para preparar
pensamientos. Ese es su propósito. Y los pensamientos son el combustible que
usamos para mantenernos activos. Como la gasolina, los hay de buena y mala
calidad. ¿Con qué tipo estás llenando tu día?
Cuando
despiertas sin ánimos, lo más probable es que no haya una idea firme guiando tu
mañana. Las que surgen flotan como hojas en un remolino: sin dirección ni
propósito. Te levantas por obligación, no por deseo.
Pero en esos
momentos de lucidez y entusiasmo, si observas con cuidado, notarás que los
pensamientos que te acompañan fueron provocados por algo: una conversación, una
idea, una pequeña chispa externa. Y cuando tú decides pensar esos pensamientos,
la mente no se resiste… porque reconoce que tú estás tomando el timón.
Como dicen
algunos sabios: “Quien tiene el poder y no lo usa, será gobernado por otro.”
En tus palabras: si no tomas la iniciativa de producir las ideas que necesitas,
tu mente lo hará por ti… y no siempre en tu favor.
Pensar
también se aprende. Puedes hacerlo tan mal que te enredes en tu propio
laberinto, o tan bien que te transformes en un pensador hábil, dueño de tu
experiencia interior.
Para
comenzar a comprender esta actividad fundamental, El Manual del Pensante
es una guía sencilla para autoentrenarse. Porque entrenar la mente no es
opcional. Es vital.
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Autor: Emilio R. Fernández Ramos
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