LA VIRTUD MÁS VALIOSA QUE NOS DIO EL CREADOR

 


ORIGENES DE LOS TEMORES Y SUS CONSECUENCIAS       

  Hola amiga(o) pensante. “Dime a que temes y te diré con qué te encontraras”.

  En la práctica, este dato de la filosofía popular se ha convertido en una experiencia vivida por muchos, pero muy pocos de los que conocen la teoría y la creen verdadera, pueden quitarse sus temores para evitar que le suceda lo que tanto temen.

  Primero hay que identificar el temor, ya que no se trata de cualquier temor. Estos temores son del tipo futurista, con sus toques de paranoia y seguridad absoluta de que va a suceder.

  Hay temores pasajeros, temores ante señales evidentes de que pueda suceder lo que se teme, o temores por tendencias a considerar primero lo malo antes de conocer bien los hechos.

  Esta última tendencia se puede calificar como un mal hábito que padecen muchas personas; primero se mortifican, se torturan, sufren y luego les llega el alivio de que las cosas no fueron como las había imaginado.

  Por lo general, los temores futuristas, con toques de paranoia son condiciones crónicas al cual el pensante se ha acostumbrado. Es decir, lo siente como parte de su personalidad o su manera de ser y no lo ve como algo anormal al cual deba ponerle empeño para no ser de esa manera, o tener esa crónica actitud.

  En la raíz de esos temores que surgen de la predicción cierta de que va a suceder lo que se teme, se encuentran ideas, pensamientos o creencias fijas. Ya el programa se ha automatizado a tal punto que la voluntad del pensante no es suficiente para cambiar la manera de pensar.

  La palabra que ayuda a identificar estos temores o miedos es; “SEGURIDAD”. El pensante está seguro que va a suceder lo que teme. Es una seguridad que le hace un piso para que se desenvuelva, así que le da la apariencia de no tener o sentir ese temor de manera consciente.

  Usted de seguro los ha oído decir con orgullo su vaticinio: “yo sabía que me iba a suceder”, “yo sabía que me iba a enfermar”; “yo sabía que me iba a montar los cuernos”, etc.

  Todos estaban seguro que las cosas iban a suceder como las habían imaginado. Son tan adivinos que no usan ese talento para ganarse la lotería, o evitar lo que saben les va a suceder.

  Aquel que se debe relacionar con una persona que padezca de uno de estos temores, debe tener una idea de lo que le está pasando, ya que cometen la imprudencia de tratar de darle consejos o insistir en que deje de pensar negativo y a negarle o ponerlo en equivocado con lo que sabe acerca de lo que le va a suceder.

  La seguridad de esa persona es tan absoluta que no hay una brecha por donde hacerlo entrar en razón.

  Se puede crear una versión de “dime a que le temes y te diré que te va a suceder”; como esta: “Dime que estás absolutamente seguro”.

   Muchos pensantes desarrollan el mal hábito de dar como un hecho cierto e irrevocable todo lo que se les ocurre pensar. De esta manera preparan el terreno para convertirse en pensadores de ideas absolutas; ideas que no admiten discusión, dudas u observación.

  El absolutismo o la verdad absoluta es imposible de obtener, por lo que su aplicación adolece de una grave falla de observación por donde se puede producir una debacle que se pudo haber evitado.

  “Dime que estás seguro 100% y te diré que ideas fijas te están causando problemas”.

   La mejor manera de perder la capacidad de análisis, de reflexión o razonamiento, es tener la tendencia a ser absolutista.

  Ser una persona segura de sí misma, es muy diferente a una persona que cree ser dueña de la verdad y alardea de su seguridad acerca de lo que afirma.  

  Para ser una persona segura de sí misma, se requiere estar consciente de las atributos y debilidades. La confianza es producto de la disposición a confrontar los fracasos si estos llegan a ocurrir.

  En cambio, los temores al fracaso destruyen la confianza, y en el caso que mencionamos, si es un temor crónico, la confianza en sí mismo es su destrucción. Está seguro de lo malo que le va a suceder.

  La seguridad absoluta que se tiene en ideas que producen comportamientos, no siempre son para predecir lo malo que le va a suceder al que lo piensa; por la “verdad”, se han cometido los más horrendos asesinatos en la historia de la humanidad.

  La falta de flexibilidad es sinónimo de radicalismo extremo. Cualquier estado o condición sometido a esta implacable rigidez, termina causando una descomunal explosión, cuya energía que se desprende es altamente destructiva.

  Particularmente aquellos pensantes paranoicos, obsesivos y vaticinadores de hechos específicos que siempre le pasan y que le van a suceder mientras vivan, necesitan encender luces en los pasillos de su consciencia para poder ver el callejón sin salida en el que han estado metido.

  Y para eso, es recomendable insistir en el control de la actividad pensativa.

  Inclusive, aquellos que se consideran conocerse muy bien así mismo, no estaría mal que hicieran prácticas de control del acto de pensar, no vaya a ser que se les enciendan algunas luces y descubran que su mente les ha estado engañando en algunos aspectos de su personalidad todo este tiempo.

  El acto de pensar es la bendición divina que se nos ha dado a todos los pensantes. No entiendo el porqué de tanta indiferencia con el don más valioso que tiene la humanidad.

  Aquel que sepa apreciar esta virtud, sabe lo que tiene que agradecer a su creador.

  Ha sido un placer. Buen provecho con tu virtud de pensar. Nos vemos pensante.

  Autor: Emilio R. Fernández Ramos   

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