LA ESPIRITUALIDAD VA POR CAMINOS DESCONOCIDOS


Hola, amiga(o) pensante: 

Aun en medio de las dificultades sociales, físicas o mentales, la espiritualidad no se abandona. Buscadores abundan, y los caminos se entrecruzan tanto que quienes desean incorporarse no saben cuál elegir. Sin experiencia, pero con una inquietud efervescente cuyo origen es desconocido, la persona se aferra a la mano del primero que se la ofrezca para mostrarle el “verdadero” camino espiritual. 

Pero hay algo que no podemos ignorar: aunque el tiempo de vida es corto como para desperdiciarlo, no sabemos cuándo se nos agotará y tendremos que partir. 

Elegir entre tantos caminos que se proclaman verdaderos es el punto clave. Hacerlo confiando en promesas de logros puede derivar en una entrega total —de cuerpo y alma— que daña nuestro criterio y autodeterminación. Se corre el riesgo de malgastar la vida entre placeres ilusorios, creyendo estar ascendiendo tramo a tramo hacia una supuesta consciencia plena que, nos dicen, no poseemos. 

Esa consciencia plena que nos hacen creer que nos falta —y que de hecho experimentamos como ausente— se convierte en el principal argumento para no abandonar un camino que quizás no lleva a ningún lado. 

Partir del supuesto de que somos seres espirituales pero incompletos, o que necesitados de un proceso evolutivo para alcanzar la iluminación o reencontrar nuestra esencia, es, en definitiva, el meollo del asunto. 

La mayoría de los buscadores experimentan estados de euforia espiritual al vivir momentos de paz, serenidad o comprensión que antes no conocían. Estas experiencias se convierten en incentivos poderosos para permanecer en organizaciones que prometen llevarlos al máximo nivel que un espíritu puede alcanzar. 

Pero la pregunta es: ¿no somos y estamos tratando de llegar a ser? ¿O estamos atrapados en una esfera de realidades ilusorias que nos hacen experimentar engaños? 

La esencia de quienes nos reconocemos como “espíritus” jamás ha perdido su integridad, ni ha dejado de ser consciencia plena o iluminación. 

Entonces, ¿qué sucede al despertar en este cuerpo, en esta vida (y quizá en otras), que sentimos la necesidad de buscarnos, encontrarnos, conocernos, y nos sentimos incómodos con la identidad que asumimos? 

Si algo puedo recomendar es esto: empieza por romper la burbuja de ilusiones y espejismos en la que estás atrapado. Esto incluye tanto la realidad perceptiva del cuerpo como la subjetividad que creamos en interacción con la mente. Solo atravesando las experiencias fisiológicas y psicológicas podemos llegar a un lugar o estado seguro desde el cual contemplar y comprender cómo hemos quedado atrapados en este mundo ilusorio. 

Desde ese estado contemplativo, la naturaleza espiritual comienza a revelarse gradualmente, hasta despojarse por completo de los residuos de impresiones que el universo físico —con nuestro consentimiento— nos ofreció: conocimientos o registros de toda experiencia vivida, sin importar su naturaleza. 

La espiritualidad no se trata de llegar a ser lo que no somos. Somos lo que somos, y eso nunca ha cambiado. Cuando despiertes, no habrá sorpresa, ni celebración, ni el mayor conocimiento que un ser humano pueda adquirir. Solo habrás puesto los pies en la Nada. 

Autor: Emilio R. Fernández Ramos

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