NO ESTRUYAS TU RESPONSABILIDAD
Hola, amiga(o) pensante:
Las excusas son ecos que desfiguran tu verdad
Puedes
explicar, justificar, maquillar tus tropiezos ante otros. Está permitido
—socialmente, al menos—. Pero cuando lo haces frente al espejo, en diálogo
contigo mismo, estás cavando con dulzura el abismo bajo tus pies.
A veces no
lo notas. Cuando das razones de tus caídas, también te las crees. Juras que tus
faltas, tus promesas rotas, tus vacíos tienen causas externas. Y con ello blindas tu fragilidad.
La evasión
de la responsabilidad es una forma silenciosa de autodestrucción. Evitarte es
negarte. Y en esa negación, pierdes el instante sagrado de corregir lo que en
ti pudo haber sido distinto.
No más
justificaciones. La dignidad se oxida, la integridad se desvanece y la
autoestima se hace bruma. Reparar el daño puede tornarse imposible, sobre todo
si la voluntad —ese fuego interior— se ha apagado por completo.
El primer
paso es reconocer. Cuando sientas que justificas, párate. Observa. Acepta que
lo estás haciendo. Poco a poco descubrirás que esas razones no son absolutas.
Que quizá sí tuviste algo que ver. Que tal vez, solo tal vez… la
responsabilidad es tuya.
Esa duda ya
es un despertar. Porque cuando dejas de colocar la culpa afuera, brota dentro
de ti un titán dormido, listo para poner orden en su mundo.
Reconocer
nuestra participación directa no es rendirse, es renacer. Es templar el coraje,
restaurar la dignidad y sembrar respeto por uno mismo.
Hoy estás
invitado a comenzar el ritual de autorrecuperación. A redescubrir los valores
esenciales, esos que yacen intactos en el santuario más noble de tu espíritu.
"Cultiva tu verdad, respétala, y déjala florecer."
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