NO ESTRUYAS TU RESPONSABILIDAD


Hola, amiga(o) pensante:

Las excusas son ecos que desfiguran tu verdad

Puedes explicar, justificar, maquillar tus tropiezos ante otros. Está permitido —socialmente, al menos—. Pero cuando lo haces frente al espejo, en diálogo contigo mismo, estás cavando con dulzura el abismo bajo tus pies.

A veces no lo notas. Cuando das razones de tus caídas, también te las crees. Juras que tus faltas, tus promesas rotas, tus vacíos tienen causas externas. Y con ello blindas tu fragilidad.

La evasión de la responsabilidad es una forma silenciosa de autodestrucción. Evitarte es negarte. Y en esa negación, pierdes el instante sagrado de corregir lo que en ti pudo haber sido distinto.

No más justificaciones. La dignidad se oxida, la integridad se desvanece y la autoestima se hace bruma. Reparar el daño puede tornarse imposible, sobre todo si la voluntad —ese fuego interior— se ha apagado por completo.

El primer paso es reconocer. Cuando sientas que justificas, párate. Observa. Acepta que lo estás haciendo. Poco a poco descubrirás que esas razones no son absolutas. Que quizá sí tuviste algo que ver. Que tal vez, solo tal vez… la responsabilidad es tuya.

Esa duda ya es un despertar. Porque cuando dejas de colocar la culpa afuera, brota dentro de ti un titán dormido, listo para poner orden en su mundo.

Reconocer nuestra participación directa no es rendirse, es renacer. Es templar el coraje, restaurar la dignidad y sembrar respeto por uno mismo.

Hoy estás invitado a comenzar el ritual de autorrecuperación. A redescubrir los valores esenciales, esos que yacen intactos en el santuario más noble de tu espíritu.

"Cultiva tu verdad, respétala, y déjala florecer."

Autor. Emilio R. Fernández Ramos  

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