AMIGO Y CONFIDENTE

 


AMIGO Y CONFIDENTE

                 RELATO POÉTICO

 Mi amada esposa decidió leer de su diario, la historia de cómo llegó a enamorarse de mí. Esa etapa de su vida la tituló: “Amigo y confidente”.

 Nos dimos un prolongado beso, recosté mi cabeza sobre sus piernas de modo que pudiéramos vernos las caras y empezó su relato.

  — Él y yo, nos conocimos de adolescentes, época de enredo entre el cuerpo, el corazón y la mente. Se me despertó como un fuego por dentro, una desconocida sensibilidad en el cuerpo y en los sentimientos, que luego entendí; era el llamado del amor.

  Busqué en los rostros de mis amigos la profundidad de las miradas, la armonía de los cuerpos y el estereotipo de atractivo que se filtrara por mi piel hasta las venas, alterara mis nervios, intranquilizara mi alma y provocara ser el motivo para pensar todo el día.

  Me dejé llevar por la fuerza invisible de la atracción más arrebatadora que se despertara en mí, y elegí sin miedo a quien provocaba ese trastorno con las más locas y deseables

sensaciones en las fibras de mi cuerpo.

   Rompí con la moderación de la cordura y rechacé cualquier razonamiento que no estuviera acorde con lo que sentía, y me dije: “es a este hombre el que amo”.  Dicho y hecho. Me dejé llevar por la corriente y entregué el cuerpo, el corazón y el alma. Pero pronto cayeron las primeras gotas de dolor, lo que fue para mí como si hubiera estado viviendo un diluvio.

  Empapada de dolor, recurrí a mi amigo y confidente; el único de mis amigos que no objetó mi decisión y se mantuvo pendiente de mi felicidad.

  Recuerdo ese momento cuando le confesé que estaba enamorada, su rostro se puso lívido y le vi sujetarse el pecho, entendí que entendía mi alegría y la vivía con tan grata intensidad, que lo amé como el mejor amigo del mundo.

  No demoré en traerle mis dudas, mis confusiones, mis dolores y mis frustraciones. Para todas tenía una orientación para que no perdiera a ese amor de mi vida. Cientos de veces me despedí con las esperanzas renovadas y les cubría las mejillas a besos por su encomiable comprensión y amistad.

  Un día llegué a él con ganas de morir, no creí poder aguantar un minuto más, la vida. Me abrazó con fuerza hasta que pude prestarle atención a lo que me iba a decir; primero secó mis lágrimas, se reencontró con mi mirada, y supe, que ese que estaba ahí, si me quería…como amigo… como amigo y confidente.  

  Me dijo: — “Antes de que cometas un disparate y pongas en peligro tu vida, voy a demostrarte que el error está en ti y no en él. Has abierto la válvula del amor y no te has dado tiempo para atemperarlo, de modo que puedas diferenciar, “el amor que das, del amor que recibes”. Has estado segura de tu amor, y de ese amor que ahora te ahoga en llanto, vives con la incertidumbre

de si todo este tiempo fue sincero y era un amor de verdad. Voy abrazarte como si fuera alguien que siente por ti, un amor como el que tu sientes por él. Tú solo siente y compara con tu manera de transmitir tu amor.

  — Me abrazó, vi y sentí que era igual de apasionado como el abrazo que yo le daba a él.

  Luego me dejé besar, le cedí mis labios y mi lengua, y mis papilas se llenaron de un abanico de sabores que electrificó mi cuerpo y dejé de ser pasiva para prolongar ese sabor. Estaba segura, era igual al que yo le quería hacer sentir a mi amado.

Rodeé su cuello y corrí tras ese vivo sentir para comprobar de qué se trataba. Fue tanto mi entusiasmo, que mi amigo del alma se iba detener, solté mí lengua y despegue mis labios lo suficiente para decirle, — no te detengas, ya estoy encontrando la diferencia.

  Volví con rapidez a la prueba y por primera vez el tiempo se hizo nada, ahora quería que un segundo durará una eternidad para sentir a otra persona demostrando un verdadero amor por mí.

 Luego recostada en su regazo, oyendo los latidos de su satisfecho corazón, comprendí. Comprendí que mi amigo del alma y confidente, me ha estado amando en silencio, con un amor tan honesto y sincero, que me alentó para que siguiera la luz del faro para que llegara sana y salva al puerto de la felicidad que estaba buscando.

  No me costó mucho ver la gran diferencia; “entre un amor que viene a quedarse y un amor pasajero”.  Gracias esposo por la amistad, por la paciencia y por el amor que me das.

 

  Autor: Emilio R. Fernández Ramos

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