LA FILOSOFÍA ESTÁ EN PELIGRO

 


Hola, amiga(o) pensante: 

La dinámica social exige a quien reflexiona que sepa discernir entre lo lógico y lo ilógico. El razonamiento sustentado por un intelecto que compendia el conocimiento adquirido orienta sus pensamientos hacia lo que considera lógico. 

La sociedad parece satisfecha: progreso en todos los campos del saber. Pero, en lo personal, cada individuo está convencido de que su lógica no falla. Cree que no se equivoca, que su proceder es siempre correcto. Por eso, la libertad debe estar condicionada: hay que establecer reglas en el juego. 

Eso ustedes lo saben. Ahora quiero que observen cómo la lógica puede convertirse en una trampa limitante. 

Los vanguardistas, pioneros, investigadores y científicos visionarios han trascendido la obsesión por la lógica. Cuando exploran lo desconocido, la lógica basada en el conocimiento adquirido ya no puede ser concluyente. Se impone la necesidad de dejar abierta la puerta a lo no conocido. Preparados para encontrarse con visiones o fenómenos que pueden parecer ilógicos y hasta lleve largo tiempo explicarlos, como está sucediendo en la física cuántica. 

La capacidad de contemplar no depende del conocimiento, de los recuerdos ni de la información acumulada en la mente. 

La filosofía en su esencia no se ocupa de lo ya traído a existencia. Quienes lo hacen son aprendices o divulgadores de ideas. La práctica filosófica no se estudia: el estado de contemplación no se transmite como conocimiento, es una evolución interior. 

Las barreras comunes que se presentan son la realidad objetiva y la realidad subjetiva. La primera surge de la identificación profunda con el cuerpo: todo lo que se percibe a través de él. La segunda proviene del cúmulo de datos almacenados en la mente, estén o no en conciencia. 

Ambas realidades confluyen en la construcción de nuestras conclusiones sobre lo que consideramos lógico y lo que no. 

Como vimos, el progreso social se sostiene en la lógica. Pero quienes trabajan para traer a la existencia nuevos conocimientos en todos los campos son los verdaderos visionarios: personas que han alcanzado el estado contemplativo. 

Generalmente es la misma sociedad, con su cultura impositiva, la que atrofia las mentes inquietas que desean contemplar en direcciones distintas. El sistema educativo no se lo permite: sólo les enseña a repetir, a aprender lo que ya existe. Por eso se recibe, desde temprana edad, la impresión de que todo está dicho, que el conocimiento está ya registrado en los libros. 

Llevamos puesto ese vendaje mental. Nuestra visión suele ser retrospectiva: nada de mirar lo no creado, lo no existente. Y la imaginación se convierte apenas en una herramienta útil para competir en el juego social. 

Soy de los que creen que todos debemos despertar esa inquietud por amar y perseguir el conocimiento en su forma más esencial. Es decir, cada uno de nosotros debe activar el filósofo que llevamos dentro. 

Autor: Emilio R. Fernández Ramos  

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