AUTOCONTROL: LA ÚLTIMA FRONTERA DEL PENSAMIENTO


En tiempos de presión constante, pensar no basta. Hay que sostener el pensamiento cuando todo conspira para quebrarlo.

Hola, amiga(o) pensante:

Perder la calma, la serenidad o la tranquilidad es evidencia clara de un descontrol en el acto de pensar. En otras palabras: pérdida de la cordura.

Cuando se pierde el control, se anula el razonamiento. Las respuestas ante la presión suelen ser impulsivas, poco reflexivas y, por tanto, ineficaces. Algunos lloran, ceden, entran en pánico o huyen. Otros reaccionan con agresividad contra quien “los hizo perder el control”. Pero en ambos casos, la reflexión ha sido desplazada por el impulso.

Es bien sabido que si logras hacer perder la serenidad a tu opositor, aumentas tus posibilidades de vencerlo. Esta táctica —instintiva desde la infancia— se perfecciona con los años. Muchos se vuelven expertos en ser mordaces, inquisidores, hábiles para “sacar de sus casillas” a quien desean controlar o manipular.

Obsérvalo en las relaciones de pareja, entre hermanos, amigos, en los deportes, en los grandes enfrentamientos mundiales… y en las tácticas del gobierno de EE.UU.

Quien no logra autocontrolarse ante la presión y no busca mejorar sus condiciones psicológicas, se entrega al enemigo. Prefiere perder por indolencia, dejadez o descuido. Y aunque cuesta reconocerlo, el mal control del pensamiento frente a ciertos temas es un patrón repetitivo. Los mismos trastornos emocionales se repiten y se acentúan.

La autosuficiencia psicológica es una prioridad humana. Un requisito imprescindible para construir una sociedad con alta tolerancia al estrés y resistencia frente a los efectos mediáticos que buscan manipular conductas.

Desde todos los ángulos de la estructura social, las personas están en la mira de un enemigo invisible que las bombardea, desequilibra, altera. Las incita a reaccionar sin que sean conscientes de haber sido provocadas.

La opresión, el acoso y la intimidación se han sublimado tanto, que muchos creen que sus comportamientos nacen de su propia voluntad. Pero no siempre es así.

Una sociedad que permite que se atrofie la capacidad cognitiva, el criterio y la autodeterminación de sus integrantes, se condena a ser dominada. Se convierte en víctima de un sistema global que se alimenta de los débiles.

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Autor: Emilio R. Fernández Ramos

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