EL ARTE DE PREGUNTAR SIN HERIR
¿CÓMO ESTÁS? vs. ¿CÓMO TE SIENTES?: CLAVES PARA UNA CONIVENCIA CONSCIENTE Y UN CUIDADO REAL
Hola, amiga(o)
pensante.
En el arte de vivir —como en toda obra consagrada— los detalles definen la
calidad. El trato con nosotros mismos y con los demás no escapa a esa alquimia
sutil. Ser cortés, amable, dar acuse de recibo a la presencia del otro, son
gestos que elevan la convivencia. Pero hay un saludo que merece lupa: ¿Cómo
estás? y ¿Cómo te sientes?
¿Cómo estás?
Es la fórmula social, el protocolo amable que permite responder sin abrir el
alma. “Bien”, “más o menos”, “aquí vamos” … Cada región tiene sus códigos.
Ambos interlocutores saben que no se busca profundidad, sino armonía
superficial.
¿Cómo te sientes?
Aquí cambia el terreno. Esta pregunta activa el espejo interior. Si no hay
confianza o intención real de acompañar, puede ser contraproducente. La persona
que intenta distraerse de su malestar puede verse obligada a recordarlo. Y ese
recuerdo —aunque no se verbalice— puede derrumbar el ánimo que había logrado
sostener.
En contextos
médicos, esta pregunta es vital. El doctor necesita saber cómo te sientes ahora,
no cómo te sentías hace horas. Pero en la vida cotidiana, si no estamos
dispuestos a sostener lo que esa pregunta despierta, es mejor no lanzarla como
fórmula vacía.
En el hogar,
en espacios de cuidado, sí debemos preguntar cómo se siente quien nos
importa. Porque de esa descripción puede depender una acción urgente, una
decisión de ayuda, una consagración del vínculo.
El arte de describir el sentir
No podemos engañarnos. Sabemos cómo evitar que otros
se enganchen a sus males, pero ¿y nosotros? ¿Cómo
nos tratamos en momentos de crisis?
La clave está
en describir.
Describir es observar.
Observar es actualizar.
Actualizar es sanar.
Cuando
describes tu sentir, lo nombras con tus palabras. Y al hacerlo, algo cambia. Lo
que sentías hace un minuto ya no es lo mismo. El efecto psíquico es real. El
cuerpo responde. La mente se ancla en el presente.
Repite el ciclo: observa, describe, respira.
Cada vez que lo haces, te obligas a estar en el aquí y ahora. Y eso impide que
el resto de la mente inconsciente se quede atrapada en el dolor que ya no
existe.
Si quieres
producir un pensamiento positivo, que tenga dirección y fuerza, observa la
realidad presente. No la idea de cómo te has sentido, sino el sentir real,
el ahora. Porque el pasado ya no existe. Y el presente es el único altar
donde puede consagrarse la transformación.
Con cariño. Tu
compañero pensante en este ciclo de conciencia.
Autor: Emilio R. Fernández Ramos

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