CUANDO SURGE LA NECESIDAD DE SABER EL FUTURO

 ANTE UN FUTURO OSCURECIDO LA FE USADA COMO PANACEA Y LA ADIVINACIÓN INVADEN AL PENSANTE

  Hola amiga(o) pensante. “Si pudiera saber el futuro”. Cuantos no han pensado en esto. Si ya has hecho esta frase tuya, ten la seguridad que se te están agotando las opciones.

   Esas ideas planificadas que con tanta certeza confiabas que iban a ocurrir, no se dieron como esperabas. Los hechos que ocurren no favorecen, y el panorama futuro se oscurece.

   Esta oscuridad es el motivo por la que surge la necesidad de querer saber el futuro mediante la adivinación. Pero ya se sabe que hasta los futurólogos que se ganan la vida pronosticando acontecimientos, la inundación le llega a la rodilla y han comenzado a asustarse.

   La pandemia no perdona a nadie y la crisis económica en curso hasta tiene a los milmillonarios buscando refugio para sus capitales.

   Ahora es cuando el futuro necesita que se le dedique mayor actividad pensativa a consciencia para hallar nuevas opciones. Dejar para mañana los análisis, a la velocidad que vienen los acontecimientos con olas fuera de lo normal, van hacer que unos cuantos traguen agua salada.

   La suerte, los premios gordos, la cantidad de afortunados al azar, siempre ha sido uno entre millones. En estas soluciones es donde se tiene la más mínima probabilidad de lograr resolver los problemas.

   Cuando el futuro se torna oscuro existe la opción de buscar respuestas por los lados de la adivinación, pero hay otra opción que, aunque ha sido probada a lo largo de la historia y ha fracasado, la desesperación y el miedo se desbocan a el uso de la fe. Las personas dejan de pensar, de buscar respuestas y encontrar acciones que los puedan favorecer y dejan todo su destino en la fe.

   No han llegado al extremo de agotar todas sus energías, de estar imposibilitado al punto de no poder moverse o pensar, pero se amarran a una esperanza totalmente equivocada.

   Esta no es la primera pandemia, la primera crisis, ni la primara devastación natural que ha golpeado a la humanidad a lo largo de la historia. Esos millones de personas que murieron o sufrieron los estragos de los acontecimientos, ¿ustedes creen que no tuvieron fe?

   Ustedes creen que no rezaron, rogaron, pidieron, hicieron sacrificios. Es la fe de la sociedad moderna más fuerte y fundamentada en verdades superiores a las que ellos tuvieron.

   Lo que tenía que ocurrir ocurrió. Y no ocurrieron peores consecuencias por los tantos millones de personas que actuaron, que pensaron, que reflexionaron, que no se rindieron. Y no es que no tenían fe como los demás, y quizás apoyados en la misma creencia. La tenían, pero decidieron luchar hasta el último segundo de sus vidas.

   Pero lo peor, son aquellos millones de pensantes que se niegan a pensar más allá de lo que les exigen sus rutinas diarias. Ustedes los conocen, son esos que andan molestos con aquellos que toman previsiones, o que están dispuestos a sacrificar ciertas comodidades, hábitos o costumbres, para evitar males mayores.

   Se les dice faltos de consciencia o ignorantes, pero eso no es verdad. Yo considero que son subproductos de la cultura o efectos secundarios del sistema social que mantenemos.

   Lo que pasa es, que es tan malo el sistema, que ya son mayoría estos ciudadanos con esta extraña personalidad.

    Los pocos muchos que asumen responsabilidad, no les queda otra opción que moverse con esa carga en contra, y como ustedes han podido comprobar, el rendimiento es poco y lento, y los retrocesos ocurren con frecuencia por causa de estos desadaptados sociales.

  Pero como siempre, les recuerdo, la primera responsabilidad es contigo mismo. No vengan con el cuento que primero están los hijos o nietos, y por eso es que están tan mal y se han abandonado. Así van a estar menos tiempo con ellos y quizás se conviertan en una fuente de problemas en lugar de aportar apoyo.

  Para cualquier duda revisen los hechos propios y ajenos, no dejen que hablen los sentimientos o emociones. No es casualidad que dejarse llevar por las puras emociones se reciban tantas decepciones.

   Ha sido un placer. Buen provecho con tu fortaleza. Nos vemos pensante.

   Autor: Emilio R. Fernández Ramos

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