DEPURANDO LA PERSONALIDAD

 


LAS REMINISCENCIAS BUENAS O MALAS, NO PASAN DE SER SIMPLES RECUERDOS. VIVE LA VIDA AHORA

  Hola amiga(o) pensante. En el justo momento de nacer suena el disparo de salida para la carrera de la vida. Una competencia sin adversarios ni contrincantes diferentes que no sea una competencia con uno mismo.

  En esa primera etapa existe la urgencia de dotarse y adiestrarse en todos los roles que la relación social exige como requisito mínimo para poder ser aceptado como una persona normal.

  Pero la urgencia no termina con los familiares en el hogar, apenas se asoma a la calle o se incorpora a las redes, ese mundo lo presiona para que adopte conductas de acuerdo a las distintas exigencias que lo tientan a decidir o a escoger alguna de las tendencias.

  No puede quedarse neutro, debe decidir con quienes se siente bien compartiendo o comunicándose. La moda dominante de los aspectos sociales de ese momento, y la fuerza inductiva comunicacional, lo direccionan como una veleta expuesta al viento.

  ¿Y los fundamentos de esa personalidad? El último recurso de los pensantes para sentar los cimientos de quien, y como va a ser en la vida, es copiar las conductas de quienes los están criando. Pero son pocos los padres o representantes encargados de la crianza que sean coherentes. Es decir; hacer o ser como dicen o piensan.  

  Exigen al joven o adolescente un comportamiento que ellos no practican, o los tratan con demasiada permisividad y consentimiento de sus comportamientos, que al final, el pensante se construye una personalidad con bases endebles, inútiles y poco duraderas.

  De cada generación la gran mayoría forma parte de este estamento social carente de autodeterminación, sin principios y valores adecuados para una sana convivencia y que de aporte al progreso y el bienestar de la sociedad.

  Las generaciones de antes del internet estaban obligados a tener una relación más directa con otros humanos. Sus juegos eran adictivos, pero por lo menos eran juegos de actividad física, diurnos y por temporadas; y adicional, no podían obligar a los demás a jugar hasta que a ellos les diera la gana.

  Ahora pueden pasar días y noches conectados a las redes causando un trastorno en el ambiente familiar, y a sus propios organismos.

  Por supuesto que hay excepciones. De cada generación es una minoría la que logra sobrevivir con una personalidad fundamentada. Y de esta minoría muy pocos llegan a adultos sabiendo cómo depurar esa personalidad.

  Es necesario para todo pensante saber cómo depurar su personalidad. Saber cómo remover aspectos obsoletos, inadecuados o dañinos para su vida.

  Existe el enfoque de actualizarse en la profesión o actividades que se practiquen, incluso en los temas o asuntos que son del gusto del pensante. Pero esta modificación superficial no elimina los aspectos deficientes de la personalidad.

  Por lo general, las personas no saben cómo ir a lo profundo de su mente para examinar lo que construyó en el pasado cuando era un novato. O cuando la ignorancia y la falta de visión de su futuro lo hizo aventurarse por caminos que quizás le dieron alegrías fugaces, pero que ahora viendo la realidad que vive, lamenta haberse equivocado de camino, de actitud o conducta.

  Aquellos que ya tienen cierta edad, que no saben cómo resetear su mente para reiniciar la vida con nueva frescura, corren, pero, a salvar su alma.

  En vista de que se dan cuenta que no pueden hacer nada con su personalidad, y se sienten viejos, con la muerte que se les acerca amenazadoramente, su último recurso es salvar su alma.

  Un alma de la cual nunca se han ocupado, y ha sido esa alma la misma que se cree incapaz de cambiarse así mismo usando su consciencia y autodeterminación.

  Quizás el pensante alegue que solo su Dios puede salvar su alma; pero se olvida que no fue su Dios que lo obligó a cometer los disparates de los cuales ahora se arrepiente. Para esa vida desordenada que llevó, no necesitó ayuda, se bastó él solo.

  Pero el asunto no es místico, es un asunto de realidad objetiva, donde la esperanza de vida que se tenga aquí en el plano terrenal esté fundamentada en nuevos sueños, nuevos objetivos, o nueva forma de ver y sentir la vida.

  Los momentos felices y no felices que se han vivido, no se van a repetir, se podrán experimentar nuevas felicidades o desdichas, pero depende del pensante la proporción y la intensidad de las felicidades o las desdichas futuras.

  Siempre hay tiempo para depurar la personalidad. La vida de cada persona no puede ser vivida por otra persona debido a que son personalidades diferentes. Maneras de ser y de sentir diferentes. Maneras diferentes de ver la vida.

  Siempre se puede ser o estar mejor de lo que se está en este momento. Aquel que no está mejorando, está empeorando. O sube o baja, o asciende o desciende, pero no se queda inamovible.

  La personalidad está apuntalada con pensamientos fundamentales. Ideas que dictaron los comportamientos y esas ideas nacieron del pensante.  

  Y el pensante produce ideas, pensamientos o consideraciones, “PENSANDO”. Es por lo tanto el acto de pensar la acción más vital que se pueda considerar en la vida de un pensante.

  No tiene que aprender a pensar, desde que nace está pensando. Pero al no permanecer consciente en la ejecución del acto de pensar, termina siendo atropellado, golpeado e inutilizado por sus propios pensamientos.

  Cree que el enemigo de su personalidad son sus pensamientos, sus ideas o creencias; y contra ellos enfila todas sus artillerías, pero así nunca gana una batalla, pelea o enfrentamiento consigo mismo.

  Atiende el acto de pensar y te darás cuenta de lo sencillo que es hacer mejoras y depurar la personalidad.

   Ha sido un placer. Buen provecho con esas mejoras en la personalidad. Nos vemos pensante.

  Autor: Emilio R. Fernández Ramos  

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