“CUANDO LA SANGRE HIERVE”
¡QUE LE CORTEN LA CABEZA!
Hola amiga(o) pensante. La vida actual que
vive una gran mayoría de seres humanos, es una guerra de ideas. Entendiendo que
en una guerra los medios usados no descartan la violencia y la muerte.
En la comunicación
entre pensantes ha ido desapareciendo el intercambio de ideas para cotejar y
compartir aquellas que mayor beneficio les aporte a los distintos exponentes.
Ser receptor o emisor tiene sus candados de seguridad.
En otras palabras,
filtros y barreras que regulan los flujos de entrada y salida de información,
para mantener invulnerable la verdad y razón de ser de sus ideas.
No es nada nuevo
que los algoritmos de las principales plataformas tecnológicas puedan filtrar
información. Es decir, reconocer y seleccionar lo que interesa que ingrese, y
lo que interesa que salga.
En lo individual el
ser humano desarrolla sus propios algoritmos para regular su comunicación. Una
actitud, un comportamiento, un estado o condición, son muestras de un algoritmo
en acción.
Todo estaría muy
bien, si el pensante reconociera como lo hace y mantuviera el control de sus
algoritmos. Pero la sociedad se ha ocupado de que exista ignorancia y la
información que se da a conocer son pistas falsas, o fraccionada de tal manera
que no haya forma de hacer uso de ella.
Es tal el estado deprimente
de incomunicación general de la humanidad, que se pide a gritos por un dialogo. Se ruega por que se lleguen a
un acuerdo que de fin a las guerras. Acuerdo que solo es posible lograr, mediante
un intercambio de ideas, donde todos los involucrados están dispuestos a oír y
sopesar las ideas de los otros.
Pero no hace falta
ser alguien que está liderando el mundo o desempeñe un rol con reconocida
autoridad para hacer prevalecer sus ideas.
Cada uno de
nosotros es un productor de ideas. Se supone que estamos del lado de bien, y
nuestras ideas son para promover el bienestar propio y que alcance a muchas
personas más.
¿Qué pasa? ¿A qué
se debe que se vea como solución a nuestros problemas, con la muerte, o la
aniquilación de quienes consideramos nuestros enemigos ideológicos?
En todo caso, lo
menos que se puede aspirar, es lograr que quienes son fuentes evidentes de los
problemas que padece el grupo social, reciban por una parte la justicia
acordada, y que rectifiquen sus comportamientos.
Una sociedad
envenenada con el odio y la sed de venganza, ha perdido el control de su
actividad pensativa. Responde de manera reactiva con sus algoritmos
preestablecidos. Son personas que no controlan sus emociones y estas energías
se densifican, a tal punto que son como lluvia de pesados granitos que producen
un estado permanente de sufrimiento.
Cuando alguien
sufre, siempre busca a los culpables de su sufrimiento. Y siempre identifica
culpables, pero con eso no puede parar de sufrir. Y como no puede parar de
sufrir, a ese o esos culpables les desea la muerte. Por muy identificado que
esté con el pensamiento de Jesús Cristo, no quieren perdón para ellos. Nada de
perdón, merecen la muerte o mantenerlos bajo tortura el tiempo que les queda de
vida.
“Cuando la sangre
hierve” el pensante está fuera de control. No se le puede pedir que reflexione,
que razone o que piense. Según él o ella, ya pensó, ya razonó, ya reflexionó;
“Que le corten la cabeza”.
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