BUSQUEDA ESPIRITUAL
¿POR QUÉ NO PUEDES ENCONTRARTE?
Hola,
amiga(o) pensante.
La búsqueda
de quien creemos ser para encontrarnos con quien intuimos que realmente somos
es un camino sin destino. Ese ser verdadero—ese que intuimos, pero no
alcanzamos a percibir—parece más real cuando afirmamos con certeza: “Tengo un
alma. Tengo un espíritu.” La sensación de pertenencia nos da el derecho, pero,
aunque no podamos ser aquello que poseemos, al menos podemos intentar
conocerlo. Y al conocerlo, tal vez nos conozcamos a nosotros mismos.
La identidad
consciente, ese gran “YO” que engloba toda nuestra personalidad, tiene la tarea
de encontrarse a sí misma asumiendo que es algo más que no conoce; un algo que llama
espíritu. La búsqueda espiritual es un proceso que solo un pensante con una
imaginación vívida puede asumir: creer en lo que imagina y actuar en
consecuencia.
El alma o el
espíritu es una posesión sin ubicación entre nuestras pertenencias. Sin
embargo, reconforta pensar que nos pertenece y que su destino trasciende más
allá de nosotros. Nos preocupamos por su futuro incluso más que por el nuestro,
convencidos de saber lo que le beneficia, aunque no lo conozcamos realmente ni
hayamos tenido experiencia esotérica alguna que lo confirme.
La mente,
por su parte, es el instrumento que graba y ayuda a producir la sabiduría de la
humanidad. Los vestigios de seres pensantes, humanos o no, dentro o fuera de
este planeta, demuestran que el pensamiento puede dar existencia a obras que
desafían lo imaginable.
Mientras el
espíritu y el alma sean más relato que experiencia, más idea que vivencia, la
búsqueda espiritual no conducirá a ningún puerto. Y como todo viaje necesita un
incentivo, el camino hacia el espíritu también ofrece sus trofeos: la
acumulación de conocimientos, el enriquecimiento del ego, el orgullo de la
comprensión. Pero mientras más se acumulan los trofeos, más densas se vuelven
las nubes del misterio.
El que es,
no es lo que piensa que es. El pensamiento y el acto de pensar no son el que
dirige el proceso pensativo. Y si quien lo dirige es consciente de ello en el
momento mismo del pensamiento, la experiencia de ser quien verdaderamente es
será tan contundente que no habrá palabras para describirla.
El pensante,
el observador, quien dirige el proceso de pensar, jamás perderá su verdadera
esencia. No importa qué personalidad adopte, qué rol desempeñe ni qué ideas le
definan, siempre será quien es.
La
transparencia y la quietud de la verdad la vuelven imperceptible para los
sentidos. No busques percibirte a través de la mente; ella solo procesará
información y te describirá según sus límites. La única búsqueda recomendable
es encontrar los medios para limpiar el parabrisas de la percepción, para ver
el presente con más claridad.
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