EL ACTO DE PENSAR
¿SERÍA MEJOR NO PENSAR?
A primera vista, nadie estaría de acuerdo. Pensar es esencial; reconocemos los
beneficios y el progreso que la humanidad ha logrado gracias a su actividad
pensativa. Sin embargo, no todo es color de rosa. De alguna manera, los
pensantes se causan a sí mismos más daño del que otros podrían infligirles. Han
perdido el control del acto de pensar y, como consecuencia, de su mente,
pensamientos y emociones.
Cuanto más
tiempo pasan pensando, peor conducen su actividad pensativa. Y entonces surgen
el estrés, la depresión, los efectos psicosomáticos e incluso el deseo de
destruirse unos a otros.
Algunos ya
temen pensar. Les aterra que sus propios pensamientos se vuelvan en su contra.
Otros creen que los demás piensan mejor que ellos y, por inseguridad, aceptan
sin cuestionar lo que escuchan, o lo rechazan sin siquiera considerarlo.
Está
comprobado que el daño puede ser colectivo. Sin embargo, la única manera de
mejorar la capacidad cognitiva social es abordar cada individuo por separado.
Dado que la sociedad no está preparada para ofrecer un servicio masivo de ayuda
para aprender a conducir la mente, los pensamientos y las emociones, la
responsabilidad recae en cada persona: el desarrollo personal es tarea de
uno mismo.
Para quienes
no desean esperar que la solución venga de fuera, aquí tienen la mejor y única
guía para rehabilitarse en el arte de pensar con eficiencia: El Manual del
Pensante. Disponible en Amazon en formato digital y tapa blanda.
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