EL ACTO DE PENSAR


¿SERÍA MEJOR NO PENSAR? 

A primera vista, nadie estaría de acuerdo. Pensar es esencial; reconocemos los beneficios y el progreso que la humanidad ha logrado gracias a su actividad pensativa. Sin embargo, no todo es color de rosa. De alguna manera, los pensantes se causan a sí mismos más daño del que otros podrían infligirles. Han perdido el control del acto de pensar y, como consecuencia, de su mente, pensamientos y emociones.

Cuanto más tiempo pasan pensando, peor conducen su actividad pensativa. Y entonces surgen el estrés, la depresión, los efectos psicosomáticos e incluso el deseo de destruirse unos a otros.

Algunos ya temen pensar. Les aterra que sus propios pensamientos se vuelvan en su contra. Otros creen que los demás piensan mejor que ellos y, por inseguridad, aceptan sin cuestionar lo que escuchan, o lo rechazan sin siquiera considerarlo.

Está comprobado que el daño puede ser colectivo. Sin embargo, la única manera de mejorar la capacidad cognitiva social es abordar cada individuo por separado. Dado que la sociedad no está preparada para ofrecer un servicio masivo de ayuda para aprender a conducir la mente, los pensamientos y las emociones, la responsabilidad recae en cada persona: el desarrollo personal es tarea de uno mismo.

Para quienes no desean esperar que la solución venga de fuera, aquí tienen la mejor y única guía para rehabilitarse en el arte de pensar con eficiencia: El Manual del Pensante. Disponible en Amazon en formato digital y tapa blanda.

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Autor. Emilio R. Fernandez Ramos 

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