LA CULPA ES DE LA MENTE

  


LA DIFERENCIA ENTRE UN CULPABLE Y UN RESPONSABLE

Hola amiga(o) pensante. Esta sociedad parece que ya alcanzó el tope del nivel de consciencia que puede lograr. Se conforma con que alguien se declare culpable, o confiese su culpabilidad, así no asuma ninguna responsabilidad.

La culpa y la penalización impuesta cierra el ciclo. Se da por concluido el caso que ventila uno con uno mismo o lo ventila la sociedad.

Culpa y responsabilidad; los dos términos se usan como si fueran iguales. Grave error.

La responsabilidad trae como consecuencia obligación de actuar. Es decir, el que se hace responsable o acepta responsabilidad debe demostrarlo mediante acciones correctivas.

La sociedad resolvió el asunto de la culpa imponiendo penas monetarias, de prisión y hasta de muerte. Pero ningún intento para que la persona se vuelva responsable. Por esa razón, salvo contadas excepciones, los criminales por más años de prisión que paguen, no dejan de ser criminales.  

Las personas pertenecientes a grupos religiosos como los cristianos, sus pecados los pagan con penitencias. Con decir que se arrepienten y un par de oraciones que recen pagan lo que tengan que pagar y su conducta sigue igual.

Aquel que desee encontrar el camino de la responsabilidad debe comenzar en su mundo interior, donde vive solo. Ahí el mismo se paga y se da el vuelto, y caerse a mentiras el mismo es casi imposible.

De todas maneras, usted los oye: “Por culpa de la mente y de los pensamientos negativos soy así”. ¿Y qué está haciendo para ayudarse? Nada, solo quejarse.

A veces la persona no ha pensado en culpar su mente, emociones y pensamientos, y llega algún sabihondo y se lo hace ver, y con eso logra que el pensante deje de indagar a ver si encuentra la causa de su desorden mental. Ya sabe quién o qué en su mundo es el culpable.

¿Qué penalización le puede imponer a su mente y a los pensamientos negativos?

Los castiga con más pensamientos negativos, ahora odia la malvada mente, y detesta los pensamientos negativos. Sufrirán esa condena para que paguen sus delitos.

Y ya que la culpable es la mente y el pensante la odia o le tiene miedo, habrá que esperar que la mente se arrepienta, corrija sus errores, y deje de estar produciendo malos pensamientos.

La sociedad y sus integrantes están satisfechos con los castigos a los hallados culpables. Al no practicar la responsabilidad, no hay ejemplos para las nuevas generaciones, y llegan a adultos desconociendo la importancia que tiene para su vida y la vida en este planeta la responsabilidad.

¿Por qué esas malas notas? “No fue mi culpa papá”. Responde el niño. “¿Entonces quién es el culpable?”  “El profesor que le caigo mal”. “Mañana voy hablar seriamente con él.”

Ese es un padre que ama a su hijo, y lo enseña a encontrar culpables. Un futuro adulto con una pobre consciencia de la ética y la responsabilidad. Su temor a el castigo y a las penalidades es lo único que lo frena de convertirse en un criminal en serie.

No hay salud mental sin responsabilidad. No habrá una mejor sociedad sin elevar la responsabilidad de sus integrantes. Falta por comprobar si los que se han dado golpes de pecho echándose la culpa cada vez que cometían un delito o pecado, fueron al cielo o al infierno.

La culpa conduce a ser imputado por las consecuencias de una determinada acción, mientras la responsabilidad comprende las obligaciones que le competen a cada uno, así como la capacidad de asumir las consecuencias de las “propias acciones”.

En niños menores de edad que no tienen la capacidad, los padres asumen las consecuencias de sus acciones. Lamentablemente el niño sigue sintiendo que no tiene ninguna obligación y se conforma con unos castigos, no puede evitar ver que tuvo la culpa. Una culpa que se le olvida a los pocos días y su comportamiento sigue igual.

Si ya se es mayor de edad, la familia y la sociedad tendrá un integrante que, con sus actos en lugar de sumar, restará al esfuerzo del grupo por tener una mejor calidad de vida.

Hay que entender que la culpa no es suficiente para enmendar los daños y enmendarse uno. Si es que se desea ser una mejor persona.

Autor: Emilio R. Fernández Ramos  

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