NO TE QUEDES SIN INICIATIVA
NO TE QUEDES SIN INICIATIVA
Hola,
amiga(o) pensante:
Detrás de la
iniciativa están las ideas, la voluntad y el coraje para enfrentar retos. En el
mundo social, la falta de iniciativa se paga caro. Pero en el mundo interior
—donde uno se enfrenta a sus sistemas de creencias, a sus sabias conclusiones y
a una asesoría de egos que impiden ver más allá de sus límites— la iniciativa
es lo que nos impide girar en círculos.
La impresión
de volverse más inteligente, más sabio o importante no es más que el
fortalecimiento del egocentrismo con sus peculiares cualidades: arrogancia,
vanidad, engreimiento, soberbia, altanería, jactancia… y sus toques de
desprecio hacia los demás.
El reto
primario de quien piensa es conducir su mente, pensamientos y emociones,
manteniéndose libre de ser efecto involuntario de una mala gestión. Una vez
convertido —transformado por sus propias ideas o consideraciones—, el pensante
ya no razona libremente: es la mente quien dirige sus acciones, y la iniciativa
que manifiesta no proviene de una reflexión autónoma.
Un alto
porcentaje de personas, casi en su totalidad, responde a estímulos o
motivaciones externas. Emocionalmente viven sometidos a causas ajenas, sin
iniciativa para generar sus propias emociones. Ven la felicidad o la alegría
solo cuando sucede algo que su mente acepta como satisfactorio... y eso, muy
pocas veces.
La mente
está llena de registros: malas experiencias, momentos apremiantes,
dificultades, conflictos, problemas, y un entorno social que no está nada bien.
Todo eso reactiva estados emocionales de muy baja calidad.
El acto de
pensar, de recordar o de imaginar puede efectuarse de dos maneras: primero, de
forma voluntaria, donde tu iniciativa está presente; segundo, de manera
involuntaria, en la que la iniciativa la provoca el entorno.
Aquel que
quiere perder su capacidad cognitiva lentamente sólo necesita dejar que lo
motiven, que lo entusiasmen, y que la mente tome el mando respondiendo
exclusivamente a estímulos externos.
Muchos
pensamientos, ideas o conclusiones parecen ser el resultado de una intervención
directa del pensante, pero no se diferencian de aquellos que son producto de
cómputos automáticos. La mente puede generar miles de versiones de un mismo
cuerpo de datos, haciéndonos creer que hemos llegado a una nueva conclusión. Lo
mismo sucede con las IAs: hagan la misma pregunta o asignen la misma tarea
reiteradamente, y nunca entregarán la misma respuesta textualmente.
La mente
humana ha sido el modelo de la ciencia para desarrollar la inteligencia
artificial. Es decir, cada pensante, sin distinción, ha estado usando una
herramienta prodigiosa que no costó ni un centavo y no requirió de academia
alguna para aprender a manejarla.
Pero hubo un
grave error que, hasta el día de hoy, muy pocos han tomado en cuenta: la mente
es tan fácil de usar que nunca se consideró necesario delinear un procedimiento
estándar para ejecutar correctamente un acto de pensamiento. Por esa razón tuve
la iniciativa de poner al alcance de quienes se interesen un manual. Manual
del Pensante. Lo pueden encontrar en Amazon.
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