SECRETOS DEL MÁS ALLÁ


Memorias sin cuerpo

Hola, amiga(o) pensante:
Siento mucho contradecir un dicho popular, de carácter filosófico y religioso: “Al morir, lo único que nos llevamos son las experiencias”.

Las experiencias, tal cual como sucedieron, nunca jamás se repiten. No hay manera de volver a atravesarlas en el mismo tiempo, porque el pasado dejó de existir. No hay modo de cargarlas objetivamente. Sin embargo, podemos volver a ver la película: revivir, de manera subjetiva, una parodia semejante a los hechos.

Hacer esto implica que el pensante deba procurar conservar su mente en modo automático repetitivo, para sostener las memorias acumuladas durante la vida en un solo cuerpo psicológico, al cual podemos llamar personalidad o identificación.

Este cuerpo mental no sólo constituye una identificación temporal, sino que se extiende como una identificación que se pretende conservar más allá de la muerte física.

El sueño, anhelo y propósito que mantienen la mayoría de los seres humanos es trascender después de la muerte manteniendo firmemente su personalidad. Quieren seguir siendo quienes psicológicamente creen que son. Para lograrlo, intentan conservar todas las memorias construidas a partir de sus experiencias de vida.

Y así desean ser recordados, para poder ser reconocidos. Pero este tipo de comportamiento, aferrado a la personalidad, entra en caos cuando esta se distorsiona. La razón: fue construida sobre percepciones mediadas por el cuerpo físico… y ya no lo tienen. Las experiencias dejan de ocurrir como lo hacían en la vida terrenal. Entonces los sentimientos y emociones no parecen tener la misma intensidad que cuando estaban relacionados con el cuerpo en la Tierra.

Los padres, familiares, amigos o cualquier otro ser sin cuerpo —si se llegaran a contactar— ya no parecen preocuparse demasiado por los afectos o desafectos que antes caracterizaban su personalidad.

Ese esfuerzo por conservar la personalidad después de la muerte física genera confusión. Porque la nueva realidad que experimenta contradice lo que deseaba sentir. Esto produce un estado de demencia: el pensante ni puede ser quien se ha empeñado en seguir siendo, ni puede ser quien debiera ser según las nuevas experiencias que atraviesa.

La construcción psicológica en vida terrenal es un traje hecho de memorias. Esas memorias son todas las experiencias vividas en este ciclo. Así que no podemos cargarlas literalmente… pero sí podemos retener sus recuerdos. Y para hacerlo, debemos forzar la mente a mantenerlos activos y reconocibles. Sin embargo, ya no hay cerebro que genere esa modalidad psicofísica. El resultado: te vas quedando en un espíritu sin identificación.

Estás en otra dimensión, en un nivel ultrafísico, donde el tiempo y el espacio ya no se manifiestan de la misma manera. El pasado y el futuro tal como los conoces… ahora tienen muy poco uso.

En mi caso, dejo que las experiencias vividas se difuminen con el viento. No intento fijarlas en la mente ni asegurarme de que se borren o no, según si fueron buenas o malas. No hay temor de perder la memoria. No hay temor de no saber.

Venimos no sabiendo.
¿Y cómo debemos irnos? No sabiendo.

Autor. Emilio R. Fernández Ramos   

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