UNA MUJER PRAGMÁTICA

 


UNA MUJER PRAGMÁTICA

 (Relato corto)

Con toda la galantería de un experto como yo, le pregunté a mi nueva pretendida; —¿me aceptas como tu novio?

Ella me miró a los ojos y esperó hasta que yo le mantuviera la mirada con firmeza. Luego me respondió. —Sí, acepto, pero hay condiciones.

Sin demora, con ese sí por delante, le dije: —pon las condiciones que tú quieras mi amor.

—Sencillo mi galán; “si me quieres, te quiero. Si no me quieres, no te quiero”.

Le iba a responder, me detuvo, y agregó; —si me mimas, te mimo, si no me mimas, no te mimo. Así que ten cuidado con lo que dices o haces.

Confundido le dije; —parece que has pasado por muchas experiencias amorosas.

—Empezaste interpretándome mal; para aprender no hace falta caer en el hoyo, con ver lo que le sucede a los que caen, se aprende a evitar males mayores.

—Sí, pero en el amor el corazón domina la razón.

—No sé qué tanto corazón hay que tener para recibir humillaciones y desprecios en nombre de un amor que se entrega y lo dejan caer en el vacío. Tú argumento es el mismo que le saca los ojos al amor de las mujeres para enceguecerlo, mientras el amor de los hombres como tú, tiene múltiples ojos para ver y galantear a toda mujer que pase por su lado.

Quedé indefenso, sentía la mente vacía, no encontraba como rebatirla y quedar bien posesionado para el logro de mi objetivo. Mi titubeo fue demasiado evidente para esta mujer pragmática que sabe lo que quiere para su vida amorosa.

—Acepté ser tu novia. No soy de las que se mienten así misma, o van a ver si en el trayecto de la relación se enamoran. Me gustaste desde hace un buen tiempo y te agradezco el darme la oportunidad. Pero observo que ya no estás tan seguro de tu amor.

—Estoy seguro, pero… no muy seguro.

—Tranquilízate, ni que recuperaras la seguridad en los próximos tres segundos ratificaría ser tu novia. Me declaraste un amor de mentira para lograr tus intereses, pero sin considerar los míos. Ya eso viola la condición que te dije: “no me amas, tampoco te amo”. Y no voy a perder tiempo haciendo la prueba para ver si llegas a quererme algún día.  

 Ella se levantó del asiento, me dedico una sonrisa que no supe interpretar; me dio la espalda y se largó.

Hasta el día de hoy sigo sin saber si me puso una trampa para desenmascararme al aceptar ser mi novia, o si en verdad me quería y me dejó de querer por no ser sincero.

—No sé. ¿Qué opinan ustedes?

Autor: Emilio R. Fernández Ramos

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