¿Y QUIÉN ES ÉL?
UN CORTO RELATO DE AMOR
Sucede
con hombres y mujeres, pero esta es la historia de él.
Aquellos que buscan un prototipo de amor.
Esos o esas que ya tienen un ideal del tipo de persona que desean. Con los
aspectos físicos y la personalidad estrictamente diseñados, lo llevan en su
mente para filtrar a todo prospecto que vean. Y en el caso de él, casi siempre
da la casualidad que aquellas que reúnen esas condiciones que se aproximan a lo
que está buscando, no se fijan en él.
En cambio, nunca falta una mujer que se le
quiere meter por los ojos, la boca y los oídos, pero él se hace el ciego sordo
y mudo.
Sencillamente se niega a ver a ese ángel que
lo lleva en su imaginación todo el día, y que tiene sueños fantasiosos de
encontrarse en sus brazos, con el deseo de que la haga suya en el primer
encuentro.
Pero no, a este tipo de galán le gustan las
carreras con obstáculos. Es él el ignorado, pero no deja de hacer sus
exhibiciones cual pavo real para llamar la atención de esa que ha elegido.
Está destinado a ser cuando mucho, padrino de
boda; que es lo más cerca que puede estar de la novia, ya que ella tiene novio.
Como pasajero que lo ha dejado el avión, mira
con desconsuelo como la mujer de sus sueños lo ha dejado abandonado con las dos
manos en el bolsillo y unas inmensas ganas de emborracharse.
Nunca fue su novia, pero la perdida duele
como si lo hubiera sido. Meditabundo, solo y desorientado, se acuerda de la
amiga fastidiosa.
Esa que le llena la memoria del teléfono
mandándole “pendejadas”, vídeos y mensajes alusivos al amor, que borra sin
siquiera leerlos. Pero en este momento necesita una mujer de consuelo, y esta
no le va a decir que no.
Está convencido que, con dedicarle una
sonrisa, ella caerá envuelta en llamas como árbol fulminado por un rayo.
Primera vez que la llama. Antes de marcar
recordó las miles de excusas que le dio todo este tiempo para no atenderla o
cortarle las llamadas.
Marcó su número y lo único que pudo decirle
fue: “necesito que vengas a verme a mi casa”.
Cortó la llamada, no esperó que ella le diera
una respuesta, pero no se equivocó. Quince minutos después estaban tocando la
puerta.
Con el orgullo malherido escondido, recuperó
la apariencia de galán irresistible, y abrió la puerta con la sonrisa eléctrica
preparada con anticipación.
Ella
que trae cara de preocupación, al verlo sonriente, se puso una mano en el pecho
y suspiró de alivio. Él en cambio, no pudo mantener la sonrisa, y la pose de
espermatozoide ganador por fecundar el ovulo, se arrugó, y con gestos confusos
le preguntó.
“¿Y quién
es él?
Ella con mucha tranquilidad le respondió. “Es
mi novio. Estaba con él cuando llamaste. Pensé que te estaba pasando algo malo”.
“No, pero ahora sí que me está pasando,
gracias por venir. Adiós.”
Esta es hora que todavía está detrás de la
puerta maldiciendo.
Autor: Emilio R. Fernández Ramos
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