ANTES DE BUSCAR LO ESPIRITUAL, LIBERATE

 


ANTES DE BUSCAR LO ESPIRITUAL, LIBERATE

Hola, amiga(o) pensante:

Desde la esencia del ser humano se activa un impulso irresistible por explorar la espiritualidad. Las clásicas interrogantes —¿Quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy? — laten pidiendo respuestas.

En el campo espiritual no solo se involucra la raza humana; también se extiende a razas extraterrestres en esa misma búsqueda. Existen innumerables fuentes con propuestas diversas que conducen a posibles hallazgos. Muchas de ellas son admirables y merecen gran respeto. Sin embargo, muy pocas preparan a las personas para superar un paso previo fundamental: la autosuficiencia psicológica.

Una persona que, involuntariamente, se convierte en efecto de sus pensamientos; cuya mente la impulsa a comportamientos que no puede evitar, o que es presa de sus emociones, no está en condiciones de afrontar el campo de la espiritualidad. Aun así, muchos ingresan sin preparación, contaminando y pervirtiendo el conocimiento y las prácticas por las que transitan.

La asepsia espiritual es imprescindible. Es como un área de cuidados intensivos: todo aquel que entra debe estar desinfectado y libre de cualquier elemento que pueda contaminar el ambiente. De hecho, quien no lo está, pervierte su mundo interior y esparce sus contaminantes en el entorno, afectando a otros con sus influencias nocivas.

La mente no está en contra de la espiritualidad, pero su modo operativo está rígidamente apegado a proteger la personalidad y la identificación subjetiva e intelectual que ese pensante ha construido a lo largo de su vida.

Procesará todo lo que recibe desde su base de datos y sistemas de creencias, los mismos que sustentan el aspecto psicológico con el que la persona se identifica. Y esa persona ya ha estado recibiendo y procesando información espiritual que se ha integrado a su personalidad. Es decir, ya está contaminada.

En estos casos, es imprescindible que la persona dedique tiempo a comprobar su capacidad de autodeterminación y conducción de su actividad pensativa y mental, de modo que no responda a patrones automáticos. No debe ser efecto involuntario de sus propios pensamientos, ni estar regida por comportamientos fijos donde la mente tiene el control.

La consciencia, producto de los cómputos mentales y del conocimiento con el que opera el pensante, es ese mismo “yo” que sirve de base para explorar la espiritualidad. Ese qué crees ser —piénsalo, dite a ti mismo quién consideras que eres— es el resultado de lo que puedes recordar de ti. Es decir, necesitas recurrir a tus memorias para describirte.

Por ello, esa personalidad con la que te identificas estará presente e influirá profundamente en todo lo que encuentres en el camino espiritual. Puede que sientas progreso al aprender “nuevas cosas”, pero en realidad los resultados serán mezclas sintetizadas que contienen ingredientes subjetivos de tu data mental acumulada.

Lo recomendable para quien desee entrar de lleno en el campo de la espiritualidad —sin importar la corriente de creencias que siga— es lograr primero la autosuficiencia psicológica. Esto significa ser alguien que gestiona con eficiencia su mente, pensamientos y emociones.

Sabe que asume distintos roles con una personalidad construida por sus propias consideraciones, pero puede separarse de ella y mantenerse consciente. Esta consciencia liberada está en estado de asepsia: libre de filtros mentales, libre de la influencia del intelecto. Por lo tanto, libre para experimentar sin prejuicios nuevas vivencias y conocimientos.

Si ya estás involucrado en esa búsqueda espiritual, sería valioso que probaras con el Manual del Pensante, disponible en Amazon. Es un modo sencillo y práctico para verificar qué tan bien te conduces gestionando tu mente, pensamientos y emociones.

Libérate primero. Así evitarás retardos en tu progreso y podrás dar ese salto hacia el despertar espiritual que tanto anhelas.

Autor: Emilio R. Fernández Ramos

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