EL DESAFIO DE LA CONSCIENCIA

 


EL DESAFIO DE LA CONSCIENCIA

    Introducción.

Hay momentos en que la vida nos susurra desde dentro, como si algo olvidado intentara recordarse a sí mismo. No es el cuerpo quien escucha, ni la mente distraída por el ruido del mundo, sino ese núcleo silencioso que aún espera despertar. Entre el impulso de vivir y el temor de no haber vivido con consciencia, se abre un espacio sutil: el desafío de pensarse, de reconocerse, de no lamentar haber dormido demasiado tiempo.

Este texto no ofrece respuestas definitivas, pero sí una invitación: atender el acto de pensar como quien afina el instrumento que dará forma a su propia melodía existencial.

Hola, amiga(o) pensante:

En el campo de la espiritualidad se aborda la verdadera naturaleza o esencia del ser humano. Aquello que en esencia somos parece estar en un estado de inconsciencia: no puede reconocerse a sí mismo y se confunde, identificándose con el cuerpo y con cualquier representación que adopte, determinada por sus pensamientos.

Incluso lo que fue durante su vida lo siente como si lo siguiera siendo todo el tiempo. Es decir, siente que es su pasado junto a lo que está siendo ahora. El “yo soy” se convierte en el resultado de una línea de tiempo llena de experiencias vividas.

Una pregunta interesante sería: ¿Qué nos ocurrió para caer en ese estado de inconsciencia?

Se oyen muchas explicaciones, pero en lo que sí coinciden los expertos espiritualistas es en que urge despertar de esa inconsciencia. Yo estoy completamente de acuerdo. Es tan urgente que cada minuto perdido mientras el cuerpo está vivo se lamentará profundamente. Y se lamentará como nunca un ser ha emitido un lamento.

El cuerpo, cuando duerme, puede ser despertado por estímulos externos. No así el pensante, ese ser que en esencia somos. Aquel que espera ser despertado por algún superfenómeno seguirá en su sueño profundo, tanteando entre las tinieblas una oportunidad de salida.

La vida, vista como una serie de acontecimientos provocados por los seres humanos y sus sistemas de convivencia, es la que atrae la atención de todos, pues está ligada a la supervivencia y a la calidad de vida social. Vivir o morir: dos fuerzas que sirven de apalancamiento para sostener la existencia.

Pero mientras tanto, ese ser que yace inconsciente de sí mismo —al que la muerte no le provoca temor— no entiende por qué está aterrado, por qué no puede ser como los demás, o por qué no logra despertar para ser favorecido.

En un ataúd de pensamientos tejidos por sí mismos yacen muchos seres. Algunos reconocen que deben intentar despertar; otros ya han despertado. Pero hay quienes siguen distraídos por el bullicio y la algarabía social, fascinados por sus acontecimientos.

El despertar espiritual es un proceso endógeno: las leyes del pensamiento así lo exigen. El creador de pensamientos se ve afectado directamente por ellos, y una vez convertido en efecto de lo que considera, es que puede accionar hacia el exterior, afectando a otros y a su entorno.

El acto de producir pensamientos es el acto de la vida para darse vida. Así, la vida que se lleva en este momento es el resultado de esa actividad pensativa. Los pensamientos son sus productos. Si algo parece estar mal en nuestros pensamientos, lo recomendable es atender el acto de producirlos.

Con seguridad, es en el acto de pensar donde están ocurriendo las fallas.

En conclusión, si hay dificultades para despertar y hacerse consciente de nuestra verdadera esencia —y así comprender qué nos trajo a este planeta y qué debemos hacer—, hay que atender el acto de pensar.

Y si te interesa y necesitas información, está disponible en Amazon el Manual del Pensante: una guía simple y sencilla para resolver las fallas en la conducción de la mente.

Autor: Emilio R. Fernández Ramos

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