LAS CARGAS NEGATIVAS Y POSITIVAS


EN ESTE ARTÍCULO CONOCERÁS COMO DESHACER ESA CARGA NEGATIVA QUE TRAES DE TU PASADO.  APRENDE A RECUPERAR TU AUTO ESTIMA
  Hola amiga(o) pensante. Toda la realidad de un pensante está valorada. Todo lo que se relaciona con el pensante, este le asigna un valor.
   El valor de las cosas se puede observar por la importancia que se le esté dando. Aquello que considera no estarle dando importancia, se debe a que le ha dado un valor tan bajo, que apenas lo percibe, estando rodeado de tantas cosas que tienen un valor mayor.
  Por ejemplo: estás dentro de tu casa y observa a tu alrededor, y dime que cosa u objeto de lo que ves no tiene ningún, o nada de importancia para ti. Hasta la basura o los desechos tiene cierta importancia, la papelera del baño, el sucio en las paredes, etc.
   El valor que se considera, o la importancia que se le da a las cosas, puede ser un valor o importancia negativo. Sucede como en las matemáticas, que puedes tener valores positivos y valores negativos, y todo gracias al CERO. Gracias al concepto de no valor
  En su proceso pensativo el pensante puede hacer lo mismo usando la “nada”. Existen para él muchas cosas con importancias negativas; como, por ejemplo: el coronavirus. Y otras de importancia positiva como su trabajo, o su familia.
  La lucha del pensante es evitar o eliminar sus realidades negativas, y fortalecer o acrecentar las realidades de valor positivo.
  Imaginemos una balanza, de un lado tenemos las importancias positivas y del otro lado los valores negativos o importancias negativas.
  Del lado que se incline la balanza, determinará la condición en la que se siente o se encuentra el pensante.
  El pensante que se siente que está decaído, sin ánimo, sin entusiasmo, con miedo, inseguro, dudando de su futuro, etc. Se debe a que en la balanza tiene más peso, lo negativo que lo positivo.
  El pensante que lleva tres meses y no puede salir del estado emocional negativo causado por una perdida. Es un indicativo que el peso de esa perdida, el valor que le está dando es tan elevado, tan importante; que está completamente inclinado del lado negativo y no puede mantener el valor a las cosas positivas. (Considera y siente que su vida vale menos, su casa, su trabajo y hasta su salud le importa poco o no le da la misma importancia positiva que le daba antes de la perdida.)
  El pensante por lo general, espera que esa carga negativa se disipe con el paso del tiempo. Esta es la solución generalizada, esperar que el tiempo lo cure. Y todo gracias a la siembra de ignorancia con la estúpida filosofía, de que “el tiempo lo cura todo”.
   El cementerio, los manicomios, las farmacias, y consultorios de psiquiatras y psicólogos, están llenos de estos filósofos y sus creyentes.
  Una cosa es esperar que el cuerpo cicatrice heridas, y otra cosa es esperar que en tu mente se arreglen las heridas sin que intervengas.
  El pensante siempre produce una opinión, una consideración de valor a los hechos y situaciones que vive. La diferencia de su realidad con la realidad de los demás, se produce por la opinión o la idea que tiene acerca de las llamadas mismas cosas que se viven de manera común. Como, por ejemplo; la pandemia.
   Te puedes dar cuenta que la valoración que tienen las cosas para ti, se la estás poniendo tu. La importancia que dices tiene las cosas para ti, se las estás poniendo tu.
   ¿Y con que pones valor?... Con pensamientos resultado de tu actividad pensativa. El meollo del asunto se encuentra en el acto de pensar.
   Pero vamos a ver otras soluciones que por lo general se recomiendan, para tratar de reducir importancias o quitarle importancia a las cosas o hechos negativos, buscando no afecten.
  Por ejemplo: “debes aceptar los hechos”. Te invitan a que pongas en juego tu capacidad de aceptación. Es como hacer una operación sin anestesia.
  “Tienes que aceptar la perdida”. Y tu dices; ¿pero como puedo olvidar a mi padre, como hago para que no me importe su muerte, o no tenga importancia para mí?
   El pensante se niega a quitarle o a reducirle valor. Siente que si lo hace traiciona sus sentimientos, va a dejar de amar a esa persona. Así que sigue cargando su sufrimiento y se las arregla para continuar viviendo con esa carga negativa en el hombro.
   Pero como esto, tiene muchas cosas similares de distintos valores o importancias negativas. Y el plato de la balanza donde coloca la carga negativa, se va llenando y nunca quita peso, simplemente se adapta a sobrevivir caminando con la espalda doblada por el peso.
   En este momento, hay muchos, muchísimos, muchichisimos (como dice el chavo del 8) pensantes con la columna vertebral torcida o doblada por el peso, pero ellos se van acostumbrando y no notan o se dan cuenta que van cayendo. Que van perdiendo consciencia, que su calidad de vida en su mundo propio, es cada día más deplorable.
  En el artículo anterior usamos el cero, como ejemplo para entender el uso de la nada en el proceso pensativo.
   El cero carece de valor. Esa es su esencia, es un concepto que la forma de mostrarlo es de manera indirecta. “Hay cero sillas”. Tu busca a ver si hay o no sillas. Tu no ves el cero, tu ves la ausencia de silla, nada de silla.
  En las acciones externas el pensante usa el concepto del cero de manera permanente, pero no se da cuenta de su uso. Te pido que des tres pasos y tienes que contarlo mientras lo haces. Comienzas moviendo tu pierna derecha, la pones en el piso y dices “1”, luego la izquierda “2”, y “3”.
  ¿Y el cero? … no te hizo falta verlo, pensarlo o hacer consciencia de que lo usaste para poder dar tres pasos.
   El biberón del niño está vacío y tu no ves que haya cero CC de alimento. Le vas a dar cinco CC y cuando los hechas miras las rayas con los valores anotados: 1,2,3,4 y 5. Usaste el cero y no estabas consciente de su uso.
  En la actividad pensativa, en el acto de producir pensamientos, el pensante está obligado a usar la NADA. Pero como ocurre con el uso del cero, no se da cuenta de su existencia.
  El hecho de que el cero y la nada sean una idea o concepto, el pensante lo que necesita es estar consciente de su uso. “ESTAR CONSCIENTE DE SU USO”.
  En la relación con otros pensantes se hace necesario usar un símbolo que represente el cero; “0”. Pero en tu mundo o en tu proceso pensativo, no te hace falta un símbolo, solo requiere que uses la idea de nada. O lo que significa para ti “nada”.  
   Está comprobado que el concepto de no valor simbolizado con el cero, permite establecer valores positivos y negativos. 2, -3, -1, 5. Etc.
  Y has la prueba en tu mundo para que observes como usas el concepto de “Nada” para darle valor a las cosas. O importancias positivas y negativas.
   Puedes comprobar que n tu vida tienes realidades de valor positivo y negativo. De importancia positiva y de importancia negativa.
  Cuando alguien dice; “no me importas”, pero todavía tiene una expresión en el rostro de enojo. Es evidente que hay algo de importancia negativa que lo está afectando.
  Pero si esa persona desea que en verdad no le importe. ¿Qué debe hacer?
   Debe hacer como en las matemáticas cuando se quiere comprobar si una operación es correcta reduciéndola a CERO.
  El pensante debe hacer algo parecido, si no puede reducir su idea de valor o importancia a “nada de valor”. Hay un error en él. El hecho puede más que su voluntad o capacidad para reducirle valor o importancia.
  El pensante a veces solo quiere quitarles importancia a las cosas negativas, pero para demostrar que tiene el control y el poder, debe ser capaz de hacerlo con las cosas que considera importante.
  Muchas cosas que dice que son muy importante para él, la importancia de la cosa supera su voluntad, al punto que se le convierten en un problema.   
  El pensante se siente de acuerdo a la importancia de la idea que esté pensando. Y esa importancia la está poniendo él de manera voluntaria o involuntaria. Así que él está causando su sentir. O el estado anímico en el que se encuentra.
  Si el pensante quiere subir su autoestima, su entusiasmo o estado de ánimo, debe ser capaz de tomar una de sus ideas favoritas y subirle el volumen. Revalorizar la idea y subirle la importancia positiva. Y si logra aumentarle el volumen o importancia, va a sentir como su estado de ánimo mejora.
  O puede buscar sus preocupaciones, esas cosas que le mortifican, y dedicarse a reducirles importancia. De esta manera va a sentir como se eleva su positivismo.
  La sociedad está en modo inverso, está en una trampa social y comunicacional donde le están anulando su capacidad y determinación para asignar importancia a sus realidades. Pero lo bueno y efectivo de esta trampa, es que la manipulación le hace creer que es autodeterminado.  
  Hay muchos que se sienten libres, como un ave convertida en mascota, perdió su propio mundo al punto que ya no lo reconoce, para vivir en el mundo de otro.
   Los pensantes están de manera crónica en la posición de receptor, de efecto. Solo reciben criterios, ideas de otros para construir su propio mundo o su propia realidad.
   Esa es la cultura, así funciona el sistema. La iniciativa en el mundo propio es anulada, es saboteada, es desprestigiada para que el pensante no haga uso de su poder. Su autonomía psíquica se ha perdido y ahora necesita asesoramiento, pastillas para los nervios, etc.
   He hablado de la autosuficiencia psíquica. El pensante debe saber como construir su propio nicho, su propio mundo. Y este saber se fundamenta en tener la capacidad de mantener su mundo al día, como le conviene hoy, no como le convino ayer, ni como lo convencieron que debía ser.
  Toda la existencia de un pensante, toda su historia espiritual es una sola historia. No es una saga como las películas exitosas donde se puede usar a otra persona para que interprete el personaje.
   En nuestra historia siempre somos el primer actor, el protagonista. Y cuando oigo hablar de Karma, veo que hacen referencia a toda la historia espiritual. Esta vida y todas la que haya tenido el pensante.
  Pero el asunto del karma es que el pensante tiene pocas posibilidades de resolver todo el paquete. Es como si ya ha sido sentenciado a 10 años de cárcel, no hay marcha atrás, debe ir a prisión.
  Por otro lado, casi todos tienen mala memoria. No recuerdan sus vidas pasadas, así que cuando les está pasando algo malo o negativo en su vida, lo único que puede decir es: “estoy pagando mi karma; o algo malo hice.” El pobre pensante está pagando una deuda, pero no sabe cuándo contrajo ese compromiso, ni en que circunstancia lo hizo.
   Hay quienes consideran que una vida no es suficiente para pagar todo su Karma. Si a duras penas puede con lo que ha causado en esta vida, imaginar lo que viene cargando de vidas pasadas, es imposible.
  Estoy hablando de vidas pasadas, pero hay muchos pensantes que no creen en eso. Pero si creen que después que muera el cuerpo seguirán vivos como espíritu por una eternidad.
  A estos pensantes les sale el compromiso de no llevarse ninguna carga negativa cuando mueran sus cuerpos. Imagínate llevando una vida eterna con el Karma de esta vida.
  No vamos a cambiar de tema, el karma, pecados, cargo de consciencia, y todo lo que haga referencia a lo que un pensante considere negativo para su existencia o vida. Él debe resolver ese asunto hoy, en este momento. Para mañana es peligroso, arruina la vida, los sueños de felicidad, de tranquilidad y de paz se hacen imposible.
   Es un asunto personal, y si quieres recobrar la capacidad para manejar tus cargas negativas, recupera tu determinismo, tu autonomía y libertad para asignar importancias o valores a lo que es realidad para ti. Pero no te olvides de usas la “nada”.
   Observa que; cuando la carga negativa desaparece o disminuye, tu ánimo sube y cuando desaparece o disminuye la carga positiva, tu ánimo baja.
   Comienza por reconocer la importancia que le estás dando a TODA tu realidad. A todo lo que consideras bueno o malo; a todo lo que dices no estarle dando importancia, etc.
  Y luego enfócate en ejercitarte en el control del acto de pensar, para que tomes el control de la maquina de producir ideas. Y que estas ideas sean como tú las quieres sentir.
   Ha sido un placer. Buen provecho con tu poder para asignar importancias. Nos vemos pensante.
    Autor: Emilio R. Fernández Ramos
                         
  

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