EL LLANTO QUE MÁS EXTRAÑO

 


EL LLANTO QUE MÁS EXTRAÑO

              (Poema)

Bendita madre, te extraño como cuando el eco de mi llanto, la salinidad de las lágrimas y el moco infantil alborotaban mi paladar y el maná que producían tus senos me aplacaban el hambre causando que mis llantos se transformaran en sonrisas de satisfacción.

El llanto y la risa, la alegría y el dolor se entrecruzaron en el devenir de mi vida, y aprendí que: el llanto de un niño compadece, el llanto de un padre conmueve, pero el llanto de una madre parte el alma.

Llantos, llantos reflectores del dolor que sondean en el misterio para que aflore el alivio. Llantos con la pretensión desesperada que la realidad que se está viviendo desaparezca y todo vuelva a ser como antes.

El llanto calcina el alma de quien lo oye, y el viento con su dolorosa carga se retira angustiado sin poder desprenderse de él por más que se sacuda y sople como un huracán.

Se puede llorar en silencio, pero el alma aumenta su agonía, mientras el llanto a viva voz permite esparcir el martirio previniendo así que el alma sufra una súbita muerte de sentimientos.

Madre, extraño las risas, pero no tanto como aquellos llantos que me llevaban a tu pecho para saciar el hambre y ser enternecido por tu amor maternal.

Llantos, llantos, como te extraño madre.

 Autor: Emilio R. Fernández Ramos

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