REENCUENTRO DE FIN DE AÑO CONTIGO MISMO

 


AQUÍ TE MUESTRO COMO HACER UN REENCUENTRO ÉXITOSO Y ENCONTRAR TU ÁNGEL DE LA GUARDA

  Hola amiga(o) pensante. ¿Qué problema se presenta con estos amigos y amigas que tienen que reencontrarse con ellos mismos y no saben qué hacer?

 No tienen a quien abrazar o darse un beso y brindar con su propia compañía. La cosa se pone tan difícil para algunos, que llevan mucho tiempo recibiendo años solos. Rodeados de personas, pero ellos, sin ellos.

  En primer lugar, estas personas de alguna manera han llegado al convencimiento que no son su cuerpo, ni su mente, ni su carro, ni sus hijos, ni su pareja. Nadie puede ser lo que posee o lo que tiene.  

  Para criterio del mismo pensante, se sale de toda lógica si pretende suponer que ES lo que tiene, posee o usa. Pero entonces, ¿quién o qué cosa es? ¿qué es lo que espera encontrar cuando se busque?

  Se le va la vida y no sale de este atolladero. Así que vamos a echarles una mano antes de que finalice el 2021.

  La idea inicial de considerar no ser lo que se posee es válida. El error está en otra idea que acompaña a la primera; que es suponer que tiene que percibir con los órganos de los sentidos del cuerpo a ese alguien o algo que se supone es él.

  En el proceso de descarte de todo lo que no es, el pensante agudiza los sentidos físicos para llevarse la sorpresa de verse por primera vez.

  Hace algo así: no soy este cuerpo, no soy mi casa, no soy mi mente, no soy el nombre que me pusieron mis padres, no soy los pensamientos que tengo, ni las emociones que experimento…Pero luego de un rato de reconocer lo que “no es”, no ve nada con los ojos abierto, ni con los ojos cerrados.

  El muy tonto no se percata que lo único que necesita es experimentar que está ahí haciendo lo que está haciendo. Debe experimentar que está ahí descartando todo lo que no es.

  Si ya ha descartado todo lo que no es, “el que está ahí haciendo eso, es el que es”.

  Pero que vaina, eso no lo convence. Necesita ver algo, necesita tocar algo con las manos del cuerpo, u oírse diciendo algo sin que eso que dice lo diga con el cuerpo físico.

  En este punto el pensante se rasca la cabeza decepcionado con su búsqueda de sí mismo, y opta por seguir viviendo con esa incertidumbre, para cuando necesite tener relaciones religiosas con otros o hablar del mundo paranormal, se puede hacer llamar espíritu y participar del asunto.

  Pero este espíritu no es tan real como es su cuerpo. A este cuerpo si lo puede tocar, ver, sentir, y hacer tantas cosas con él, que, al fin y al cabo, ante la ausencia de una realidad espiritual, nada mejor que SER el cuerpo. Algo tiene que ser que lo convenza. ¿De que otro modo puede existir?

  Convertirse en lo que se piensa, ser lo que se piensa o como se piensa, no significa que para ese proceso en verdad el espíritu deja de ser, quien en esencia es. No importa si ahora se le reconoce como ingeniero, doctor o maestro y actúa como tal. En verdad, nunca ha dejado de ser en su esencia.

 Para el desenvolvimiento físico y social es imprescindible ser como se piensa que se debe ser. Pero este proceso de transformación por pensamientos, aunque le produce una realidad subjetiva muy real, no es tan eficiente para hacer cambios en la anatomía física. Si es feo, por más que se crea bonito, su cuerpo no se modifica. Puede vivir feliz sin hacerse un problema con sus defectos físicos, eso es otra cosa.

  Para todo reencuentro se necesita saber a quién o con quien se va a encontrar uno, así lo dicta la lógica. Para el reencuentro con uno mismo el fracaso ocurre por ignorar con que se va a encontrar o tener un conocimiento de lo que espera encontrar, que es falso.

  En la vida o en el vivir, siempre, pero siempre, se está experimentando ALGO.

  La condición de experimentar algo es lo que nos permite sentir o verificar que estamos vivo. Por eso cuando se está dormido o anestesiado esa consciencia parece no existir.

  Existe entonces la condición de algo o de experimentar algo, pero también existe la condición de experimentar “NADA”. De hecho, ocurre cuando se duerme.

  Entonces mis queridas amistades, si se quieren preparar para un reencuentro con ustedes mismo que sea fructífero, placentero, agradable y aleccionador, empiecen ya, que quedan pocos días para fin de año a practicar con la experiencia de “nada”.

  Nada es ausencia de toda cosa, de todo algo. Háganse de cuenta que se desprenden de todo lo que no son.

 Háganse de cuenta que dejan a un lado todo aquello que los identifica o con que se identifican. Nombre, profesión, cuerpo, pensamientos de todo tipo, conocimientos o creencias, todo, sepárense de sus sentimientos, emociones, etc.

 A medida que se separan de todo, empieza aparecer “la condición de nada”. A diferencia de estar dormido o anestesiado, la consciencia fundamental no desaparece.

  Quédense en esa consciencia resultante. Quédense lo más posible y si se salen de esa condición, empiecen de nuevo.

  Esa consciencia resultante es lo más cercano que pueden estar ustedes de ustedes mismos. Vivan esa experiencia y después hablamos.

  Aunque no me llamen para darme las gracias, ya estoy disfrutando verlos felices, libres de la opresión permanente que les impone la vida cuando los obliga a experimentar ALGO sin descanso.

  El sufrimiento hace percibir que el tiempo pasa muy lento, y lo hace como de manera expresa para que la condición de ese algo que se sufre nos torture con alevosía.

 Pero aquí tienen con “la condición de nada”, la llave de la libertad, de la opresión que pueda estar causando la vida. Y de paso, van a poder reconciliarse con ustedes mismos.

  De ahora en adelante nunca andarán desamparados de ustedes. El verdadero y más eficiente ángel de la guarda que pueden tener, son ustedes mismos.

  Así como ustedes han sido sus propios demonios, ahora pueden comenzar a dejar a esos demonios en el infierno y ser su propio ángel de la guarda.

  “Cuídate que yo te cuidaré…”. Yo le agregaría a esta famosa expresión; te cuidaré…si te cuidas”.

  Ha sido un placer. Buen provecho con ese espectacular reencuentro contigo mismo. Nos vemos pensantes.

  Autor: Emilio R. Fernández Ramos

  

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