EL VALOR DE LA VIDA. SE TU PROPIO HÉROE

 


CUANDO LA VIDA OCUPA LA POSICIÓN QUE SE MERECE, NO HAY PÉRDIDA O FRACASO QUE HAGA PERDER LA PAZ INTERIOR.

  Hola amiga(o) pensante. Existen dos maneras de perder la vida. Llamando vida a esa de la que estás consciente de estar viviendo. Nadie más que tú sabes lo real que es esa vida para ti.

  Una manera de perder esa vida es perder la consciencia, el cuerpo sigue vivo, la persona sigue involucrada en la vida de otros, pero su desenvolvimiento va perdiendo esa calidad que había logrado en sus mejores momentos.

  Las condiciones de convivencia son productos del estado psicológico en que se encuentre la persona, pero su mayor conflicto es el que tiene consigo mismo. Una realidad que no se observa desde afuera, ya que solo llama la atención los problemas que genera.

  El planeta está saturado de moribundos, consciencias desesperadas que no encuentran alivio o un grado de tranquilidad o paz para recuperarse del enturbiamiento que padecen.

  Esta manera de morir; perdiendo la consciencia o el control de la actividad pensativa, o de la producción de ideas o pensamientos que no causen efectos psicológicos negativos, se ha asumido como un estado de normalidad. Al punto que no se toma en cuenta como factor para determinar las causas de los graves problemas de salud, y en general todos los que padece la humanidad.

  La otra manera de morir es por la muerte física. El cuerpo es un organismo que puede morir de mil maneras. Muere el cuerpo y se acabó la vida. Por lo menos esta vida que nadie quiere perder.

  Esta es la mayor pérdida que puede sufrir un pensante. Es difícil de entender a una persona que se la quita o se abandona para morir, o darse mala vida por algún motivo que califica de pérdida insoportable; problema insoportable, o situación insoportable.

  La vida, esta vida, tu vida; debiera ser lo más preciado, más valioso y de mayor importancia para un pensante. Y como tal debe cuidarse más que las propiedades o el dinero que se tiene en el banco. Incluso, la disposición a dar la vida por los hijos, o cualquier ser amado, debe hacerse manteniendo el mejor estado de salud mental y física.

  La muerte física es un hecho por el que todo vamos a pasar, por eso no hay que preocuparse o volverse neurótico, la ocupación persistente es mantener la mejor calidad de vida mientras se tenga.

  Las personas sienten alivio al comparar su mala condición con otras que considera peores que están padeciendo otros. Eso debe hacerse con las pérdidas o los fracasos que tienden a volver locos a las personas; comparándolas con la muerte del cuerpo o la pérdida de consciencia.

  Si la traición de la pareja es más importante o valiosa que la propia vida, entonces, esa persona merece terminar en un sanatorio para dementes.

  Aquello que se considera que no se tiene o se posee, hay que actuar, hay que hacer las gestiones o salir a buscarlo, pero la vida ya se tiene. Solo basta con cuidarla de las muchas maneras inteligentes que el hombre ha descubierto que se puede hacer para obtener un buen rendimiento de esa vida.

  Pero hay un enemigo o amigo, que cohabita con uno. “El mismo pensante.” Nadie puede pensar por él. Nadie puede liberarlo de sus propios amarres; nadie le puede llevar su carga psicológica.”

  Cuando las pérdidas alteran la tranquilidad interior o producen estados depresivos o emocionales desagradables, es hora de poner cada cosa en su lugar. La vida es lo más valioso que cualquier pensante puede perder.

  Y aquellos que la exponen por objetivos que consideran mucho más valioso que su vida, son personas conscientes de lo que están haciendo, esos son los que llamamos héroes.

  Pero mientras tanto, por lo menos se tu propio héroe. Ha sido un placer. Buen provecho con tu vida. Nos vemos pensante.

  Autor: Emilio R. Fernández Ramos          

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