FRACASO EN EL CONTROL DE LAS EMOCIONES
ES IMPOSIBLE CONTROLAR LO QUE NO SE COMPRENDE
Hola, amigo(a)
pensante.
¿Alguna vez has
escuchado la frase: “Por sus emociones lo conocen”? Esta expresión podría
convertirse en un dicho popular, ya que nuestra actitud y la forma en que
reaccionamos se han convertido en un aspecto distintivo de nuestra
personalidad, por el cual se nos identifica. Incluso los algoritmos de las
plataformas digitales se aprovechan de nuestras emociones cuando carecemos de
control sobre ellas.
Todos reconocemos las
distintas reacciones emocionales, pero pocos comprendemos sus orígenes. Esta
falta de entendimiento nos impide manejarlas eficazmente cuando se convierten
en un problema, e incluso nos hace vulnerables a la manipulación.
Desde una perspectiva
genética, nuestro cuerpo trae consigo respuestas instintivas para reaccionar
ante los diversos acontecimientos, impulsado por su natural deseo de
sobrevivir. Estas reacciones se pueden observar fácilmente en una de las
mascotas más cercanas al ser humano: el perro. A través de su actitud y
apariencia física, podemos identificar si está triste, alegre, aburrido,
asustado o tiene miedo. La diferencia radica en que, una vez que el evento
pasa, ellos vuelven a su comportamiento natural.
Nosotros, en cambio,
nos aferramos a esas emociones naturales de manera particular. Ya no
necesitamos estar frente a un tigre para sentir miedo, ni vivir en un estado de
nerviosismo constante como si una amenaza real o inminente existiera. Sin
ningún motivo tangible, podemos permanecer días o incluso meses en un estado
emocional que no se corresponde con la realidad que estamos viviendo.
Seguramente sabes que
necesitas controlar ciertas reacciones emocionales, o al menos estás de acuerdo
con las recomendaciones de un experto, pero no sabes cómo abordar, sujetar o
dominar esa emoción.
“Es que no puedo
controlar mis emociones”. Y probablemente nunca lo harás si intentas
controlarlas directamente. Es como si trataras de controlar el aire que emite
un ventilador. Imagina a alguien luchando con el aire; desde nuestra
perspectiva, que entendemos la causa de ese aire, su esfuerzo parece una
tontería.
Así es como se ven las
personas en su afán por controlar las emociones: no comprenden su origen ni
cómo se generan. Si sufres por la pérdida de un ser querido ocurrida hace dos
años, esa emoción no proviene de los hechos del momento, sino de lo que reside
en tu mente.
¿Y qué hay en tu
mente? Pensamientos.
¿Y de dónde surgen
esos pensamientos? De tu actividad pensativa.
¿Y quién le asignó
significado, importancia o valor a esos pensamientos? Tú, el pensante, esa
conciencia única y distinta de cualquier otra persona.
El ventilador sigue
encendido, con una de sus velocidades de giro fijada, y tú sigues intentando
controlar el aire. Aquellos que enfatizan la necesidad de controlar las
emociones sin abordar sus raíces están conduciendo a sus aconsejados a la
frustración y la impotencia.
Los consejeros de un
nivel superior te dirán: “Primero, controla tus pensamientos”. ¡Excelente! Ya
no luchas con el aire, sino con las aspas del ventilador. Por momentos las
sujetas y dejan de girar, pero no encuentras descanso, y la situación se
repite: las aspas giran, y como no has quitado las manos, terminas golpeado o
herido.
Entonces aparecen
consejeros de un nivel aún mayor recomendando: “Tienes que controlar tu mente”.
Controla tu mente, abrázate al ventilador, pon todo tu cuerpo sobre él y
domínalo. ¡Jajaja! Y el pobre individuo vive tratando de controlar su cerebro,
de detenerlo, de pararlo, de que funcione solo cuando él lo ordene. Es
imposible detener las funciones neuronales; ni siquiera bajo anestesia el
cerebro se detiene.
¿Y entonces, qué
hacemos?
El acto de pensar es
el proceso de producir pensamientos mediante el uso de la mente. Además,
existen actividades mentales que pueden funcionar de forma automática, sin la
intervención consciente del pensante, y otras con intervención directa, como el
acto de recordar o imaginar.
Estas acciones deben
llevarse a cabo con plena consciencia de lo que se está haciendo con la mente.
Consciente o inconscientemente, lo has estado haciendo desde que naciste. Y
dado que tienes dificultades con el acto de pensar y las actividades mentales,
es recomendable buscar apoyo o una guía que te ayude a corregir la manera en
que diriges tu mente.
Los malos hábitos
surgen porque no se le ha dado la importancia debida al acto de pensar. Nos
hemos enfocado en los pensamientos, las emociones y otros efectos psicológicos,
pero no se nos ha enseñado un conjunto de principios que nos expliquen qué
debemos o no hacer al conducir la mente durante la actividad pensativa.
(Estamos trabajando para publicar el Manual del Pensante).
Un buen pensante es
aquel que puede conducirse hábilmente mientras dirige su mente con eficiencia.
De esta manera, obtiene los mejores pensamientos que tanto necesita.
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