PENSANTES SIN INSPIRACIÓN
NO SE PUEDE SER UN EMPRENDEDOR PIONERO SI SE LE TEME A LO DESCONOCIDO.
Hola amiga(o) pensante. Lo sueños todos, son
buenos sueños. Lo malo es no tener ninguno.
Pero hay sueños de sueños; hay anhelos y
deseos que representan una completa aventura por un territorio desconocido para
uno, y a veces hasta desconocido para todo el mundo.
La
inspiración solo es posible de efectuar en terreno desconocido. Solo se puede
inspirar en lo que no existe. Todo lo que se ha aprendido, esa gran memoria es
solo material de reciclaje. Usando lo que ya existe o se sabe; no se va a traer
a existencia una idea o solución novedosa.
Hay quienes pierden un tiempo valioso
comprobando que han hechos otros para tener el privilegio de ser los primeros.
Pero lo que van a sufrir es una fuerte impresión de que todo está hecho. No hay
nada en que inspirarse, debido a que todo ya fue ideado. ¿Recuerdan haber oído
algo como: “ya todo está hecho”?
Resulta que no es así, y quienes padecen de
esta impresión, están convencidos que nacieron muy tarde. Todos los genios y
maestros de la creación están en el pasado.
La inspiración es un reto con nuestra propia
memoria o registro mental. La experiencia y el conocimiento es memoria, y si se
quiere innovar, improvisar o producir nuevas ideas, hay que ir a buscarlas en
terrenos desconocidos. Ese es el riesgo, nada se sabe de lo que se va a buscar.
Se va a saber o nos vamos a enterar, cuando se encuentre. Y puede ser que lo
que se encuentre sea nuevo, pero no cumple los requisitos que socialmente
consideramos que debe tener y la idea sea rechazada.
Se puede llenar la papelera de borradores que
no cumplen los requisitos que se desean. Pero ese es el camino; en ese terreno
desconocido para uno es donde hay que buscar. Y esto es lo que no le gusta a la
mayoría de las personas, no están dispuestas a correr riesgos o “a perder el tiempo”,
quieren estar seguros de lo que van a encontrar. Es como querer saber lo que no
pueden saber hasta que lo encuentren.
Hay que sentarse con la cabeza vacía a
observar “la Nada”. Esto lo saben quiénes se sienten complacidos con lo que
crean.
La gran mayoría de los pensantes viven de lo
que han aprendido y siguen aprendiendo cosas para asegurarse que nada malo les
va a pasar. Los trabajos seguros son donde les exigen lo que han aprendido, o
el uso de su memoria. Las nuevas ideas o soluciones no usuales, están a cargo
del líder o jefe. Que, por cierto, es el jefe porque tiene el valor de correr
el riesgo de tener que inspirarse cuando se presente un imprevisto.
Existe una gran cantidad de falsos
emprendedores, personas que se dedican a ver que ideas se les han ocurridos a
otros para imitarlos. No hay nada de malo en eso, pero hay que reconocer que no
ha creado nada nuevo.
La fuente es el pensante, es quien en esencia
somos. La esencia puede ser desconocida o tener ideas confusas y dudas al
respecto de quienes somos en verdad. Pero esto no es tan limitante como sentir
o creer que somos la memoria que tenemos de nosotros.
La experiencia, el conocimiento y todo el
registro mental de la vida que se ha vivido, produce una personalidad,
provisional y temporal que la mayoría de las personas están convencidos que son.
Esta personalidad adoptada es memoria del
pasado, de lo ya vivido. El pensante que se identifica tanto que no puede
sentir separación del traje que lleva puesto, no puede enfocar su atención más
allá de los límites establecidos. Y si no puede permanecer atento es esa “nada”,
o en ese territorio desconocido, nada nuevo se le va a ocurrir.
El grado de desconfianza que padezca una
persona de sí misma, o “no creer en sí mismo que puede, con respecto a algo”;
provienen de su personalidad o de su memoria. Se pueden llamar estas
limitaciones “negativas”, pero toda la personalidad impone limitaciones.
Hay que mantenerse consciente de lo que
estamos haciendo. Somos verdaderos ilusionistas de sí mismo, todo lo que
imaginamos nos parece absolutamente real. Pero hay ilusiones mortales del
talento y la genialidad.
Ha sido un placer. Buen provecho inspirándote.
Nos vemos pensantes.
Autor: Emilio R. Fernández Ramos
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