FORTALECE LA CONFIANZA EN TI MISMO

 


 LO QUE DEBES SABER PARA LOGRARLO

 Hola amiga(o) pensante. La confianza en uno mismo es visto como algo fundamental para el éxito que una persona puede tener en su vida. Y, sobre todo, cuando las cosas van de mal en peor, no puedes dejarte desamparado.

 Observando a nuestro alrededor no se ve mucha gente feliz. La confianza no presenta buena estabilidad, y es justificable; las circunstancias, los acontecimientos, la pandemia y los malos augurios económicos a nivel mundial son como un fuerte oleaje golpeando las rocas sin cesar.

  ¿Qué hacer para que la confianza en uno mismo no termine hecha arena?

  Algo hay que hacer, y ese algo debe ser mucho mejor que lo que habitualmente se hace para lograr un nivel superior donde se pueda mantener la estabilidad emocional sin hacer sacrificios.  

  Para lograr subir la confianza en uno mismo a un nivel superior a lo habitual, es importante saber con certeza; ¿Quién o qué es uno mismo? 

  Ese “yo mismo”, que todos conocemos, tiene una identificación. (Tómense unos segundos para que hagan consciencia) Pueden observar que saben quiénes son por una serie de detalles relevantes que tienen que ver con su físico y su personalidad.

  Ese que identificaron, son quienes ustedes consideran que “son”. Así que toda su confianza recae en esto que identifican ser ustedes.

  El cuerpo y la personalidad son quien soy. Yo mismo, es entonces la identificación que se tiene con el cuerpo y la personalidad. Una recopilación de recuerdos de lo vivido hasta hoy.  

  No hay forma de negarlo, ya que es un hecho real que el cuerpo se puede sentir, y los estados anímicos, emocionales y sentimentales por los que se pasa son también experiencias reales. Nos desenvolvemos en la vida sintiéndonos cuerpo y sintiendo los cambios que sufre la personalidad durante los hechos.

  Cabe recordar que la personalidad es un compendio de factores psíquicos producidos por el pensante, algunos pasajeros o temporales y otros aspectos de larga duración.

  Pero; ¿Quién es el pensante? ¿Quiénes somos en esencia cuando se habla de ser seres espirituales de naturaleza diferente a la física?

  ¿Es que acaso existe un “yo mismo” diferente al cuerpo y la personalidad?

  Sí mis queridas amistades. Si existe el pensante o espíritu, o como quieran llamarlo.

  Este pensante puede producir fenómenos psíquicos para él mismo, los cuales le producen una experiencia de vida muy particular.

  Este pensante posee los medios para sentir muchas percepciones que experimenta su cuerpo físico. Puede experimentar su psiquis o lo que piensa y sentir su cuerpo, pero, ¿cómo hace para identificarse sin usar estos dos factores? ¿Cómo hace para sentirse y no tener dudas de ser quien en esencia es?

  Le ocurre a la mayoría de las personas que quieren identificarse como espíritus, lo primero que hacen es pensar en una imagen de ese yo mismo espiritual. El sentido de la vista les da garantía de que es real. Es más confiable verse que sentirse, así que, aunque tengan los ojos cerrados buscan ver su imagen espiritual.

 Y ante la impotencia de no poder verse, solucionan el problema reproduciendo una copia de su imagen física.

  “Si no me veo, no me creo”. Así que los pensantes están forzados a verse para poder decir; “ese soy yo”. Esa imagen que forman en la mente, o esa imagen que recuerdan haber visto; “ese soy yo”.

  Aquel que piensa en sí mismo sintiéndose cuerpo o quien ha decidido que es en esta vida, su confianza está apoyada en él de manera indirecta.

  Y, además, el cuerpo, y la mente encargada de activar los pensamientos que fundamentan la conducta, son inestables. Sufren altos y bajos, y en esos diferentes estados la confianza sufre lo mismo.

  La persona amanece afligida o con síntomas de resfriado, ya no se siente bien, ese va a ser un día donde la confianza en sí mismo no es firme, es insegura.

   Okey, ya se está consciente que la personalidad es un traje especial para desenvolverse en la vida. Somos en esencia el actor, no el personaje que se está representando en la obra. ¿Y el cuerpo?, el medio para poder localizarse y desenvolverse en el escenario.

  En vista que al parecer se ha olvidado como experimentarnos nosotros mismos, o nos hemos identificado tanto con el cuerpo y el personaje que creamos, que ahora no podemos hacerlo, lo recomendable es observar lo que podemos hacer.

  ¿Y qué puede hacer un pensante o espíritu?

 Antes de que piensen en lo que han visto en el cine, han leído o les han contado, lo que con seguridad hace un espíritu es PENSAR.

  Eso lo pueden comprobar en este mismo instante. Y hay algo más, piensen y mientras lo hacen pongan algo de atención en el hecho de estar haciéndolo. Y hay algo más, pueden notar que no hace falta verse o tener una imagen de ustedes mientras piensan.

  ¡Qué haces que no compruebas lo que te digo! Es que acaso me vas a creer sin verificar que no hablo paja…. Bien hecho.

  Ahora si te lo propones puedes notar una separación entre tú y lo que piensas, pero no puedes verte, (ni lo intentes, te verás forzado a crear una imagen como la de tu cuerpo y no sabrás si estás aquí o allá en la proyección de ti que haces)

   Siempre he dicho que el ojo que ve no se ve mientras ve. (Excepto si se ve en un espejo)

   No hace falta estarse viendo o con atención en uno mismo mientras se piensa. El pensante ve o siente lo pensado de manera directa, así como a su cuerpo. Lo único que necesita en fijar o poner su atención para experimentar esa realidad como una consciencia de estar consciente de lo que ocurre.

  El pensante puede notar la separación que hay entre él y su mente. Se le hace más difícil establecer la localización en su cuerpo. Por lo general se ubica en la cabeza, pero luego se pierde o se siente difuminado debido a que no encuentra una forma, o un algo que le permita localizarse con exactitud y decir aquí estoy, con la misma seguridad como lo hace sintiéndose su cuerpo.

  Hacer esta búsqueda de sí mismo dentro de la cabeza obliga a considerar que se tiene el tamaño de una hormiga o algo que quepa dentro de la cabeza y esto no gusta mucho.

  Esa es la razón por la que dibujan los espíritus saliendo del cuerpo como una copia, con brazos, piernas, y su cabeza que no puede faltar, ya que allí se supone lleva también una copia del cerebro para seguir pensando. 

  En conclusión, el pensante sabe que existe, pero no encuentra medios confiables de comprobar y demostrarle a los demás que existe.

  En el medio de esta incertidumbre, su confianza no tiene apoyo. Sin embargo, así se funciona en la vida como algo normal.

  Existen muchos métodos y prácticas conocidos para alcanzar experimentar quienes somos en esencia. Soy de los que considera que la teoría en la que se debe apoyar cualquier práctica debe ser sencilla.

  Sin embargo, la complejidad psíquica de los pensantes los aleja de todo aquello que carece de complejidad, dificultad para entender, o no requiera un grado de inteligencia certificado por alguna universidad.

  También considero que todo pensante es psíquico por naturaleza y lo hace de forma natural, de manera simple, tan sencilla que ni le presta atención. Así que, si se lo propone, no hay barrera que no pueda superar para alcanzar su objetivo.

  Para establecer una confianza en sí mismo que sea fuerte y estable, recomiendo dos cosas. Primero, que el pensante haga consciencia de su ATENCIÓN, que examine todo lo que sucede o le sucede con el uso de esta cualidad, pero debe llegar a un entendimiento mejorado del que tenía.

   En segundo lugar; usar la atención en una práctica o ejercicio que amerite el control de la atención. Se puede usar el acto de respirar para ejercitar el control de la atención. Que, de hecho, se controla la atención, se controla el enfoque o la concentración.

  ¿Y de quien proviene esta ATENCIÓN?  Del pensante.

 Puedes tener la certeza que tu ojo espiritual es tu atención. Así que ya puedes experimentar algo de tu esencia. Y la confianza de un pensante en sí mismo crece cuando controla su atención, cuando la puede diversificar, cuando responde a su voluntad.

  La actividad pensativa requiere atención controlada. Todo el desorden pensativo se debe a la carencia de voluntad sobre la atención.

  El tiempo que se pierde pensando sandeces, y hasta conscientes de estar pensando tonterías en lugar de ocuparse de algo mejor, se debe a tener una atención descuidada, o de haber caído en un estado crónico de indolencia.

  Urge desarrollar la confianza en uno mismo, se ven nubarrones en el horizonte.

  Ha sido un placer. Buen provecho con tu confianza reforzada. Nos vemos pensante.

  Autor: Emilio R. Fernández Ramos  

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