LOS SABIOS LO SABEN: ¿POR QUÉ TÚ NO?

 


MIRA LO QUE DEBES HACER PARA QUE SEAS UN SABIO

  Hola amiga(o) pensante. ¿Quién no quiere ser un sabio o un pensador que llega a profundidades del conocimiento donde muy pocos pueden llegar?

 ¿Qué les gustaría saber?

 Si miran hacia atrás, ya no deben acordarse de cantidades de cosas que quisieron saber o tener respuesta, y hoy, tienen un montón de nuevos deseos esperando por saber.

  Con seguridad esos asuntos les ha pasado muchas veces por la mente, y han seguido sobreviviendo sin tener respuestas y no se van a morir por no tenerlas en el tiempo que les quede de vida.

 Si ha sido así, que de vez en cuando se recuerdan del asunto y se quedan con la curiosidad hasta que se esfume el deseo, entonces no es una pregunta o inquietud propia, o causada por iniciativa propia.

  Si fuera un asunto que han llegado hasta él por un camino que se viene andando, y surgieron las interrogantes, no pudieran pasar el tiempo con el simple deseo o curiosidad por saber.

  La gran mayoría de los pensantes están abarrotados de deseos o interés por saber la “verdad”, o respuestas a muchas cosas, pero son interrogantes que se han hecho otros y la compartieron por algún medio de comunicación.

  No son preguntas propias. Seguramente se ha oído toda una serie de conjeturas y planteamientos donde el autor deja en el aire preguntas que también despiertan la curiosidad a muchas personas por saber las respuestas.

  Ellos son los investigadores, llevan tiempo reflexionando y analizando muchos hechos y elementos, y han caminado con esas interrogantes un largo trecho del camino.

  La actitud de los que ven los toros desde la barrera, es esperar que ellos vayan encontrando respuestas para enterarse de la verdad acerca de ese asunto.

  Pero esa actitud o comportamiento se ha generalizado, no solo a casi toda la población de pensantes, sino que los ha invadido individualmente de los pies a la cabeza.

 Hay muy pocos pensantes andando los caminos en la vanguardia, en búsqueda del conocimiento.

 Excusas existen de todo tipo, desde no tengo talento, hasta no tener una maestría o especialidad en el tema o asunto.

  La pregunta interesante que estas personas se deben hacer es: ¿Y quién es experto en lo que aún no se ha descubierto o no existe como algo real?

  El futuro de la humanidad no está en las soluciones que tiene hoy en día, su garantía de sobrevivencia y calidad de su existencia está en las soluciones y respuestas que todavía no se conocen.

 Pero no solo es el futuro de la humanidad; es el futuro de toda persona.

  Cada individuo estará forzado a dar respuestas y soluciones a problemas que aún no sabe cuáles pueden ser, aunque es posible que ya vislumbre algunos de ellos, y de ser así, con seguridad está haciendo algo al respecto.

 El que desea progresar, debe verificar que ese deseo está produciéndose por la dedicación y el enfoque que tiene en ese desarrollo personal o progreso.

  Es decir, no es un interés que le nació por algún motivo ajeno, y lo lleva encima para recordarse, como lo hace con casi todos los deseos que tiene.

  Son intereses que están conformado por una serie de preguntas o interrogantes que originó. Ese es un genuino interés y no ha dejado de dedicarle tiempo a buscar soluciones o respuestas.

  Así que saber, no es un problema para quien se dedica a hallar respuestas al asunto que tanto le interesa. La verdad aparece como lo hace el sol al amanecer, poco a poca se aclara la oscuridad.

 De forma lamentable, los pensantes que sobreviven solo con lo aprendido, o con el conocimiento, que gran parte de él lo tomó de otros, pierden toda iniciativa para usar su capacidad cognitiva.

 En su mente solo reciclan datos, información y las consideraciones o evaluaciones que han hecho desde su posición de efecto como pensador.

 Lo que un pensante experimenta cuando llega a un punto avanzado del camino del conocimiento, nunca lo puede transmitir en palabras para que otro viva esa experiencia de estar ahí, en ese punto de observación.   

  Jamás sucederá, a menos que el escalador que lo sigue recorra el camino que lo lleve hasta ese punto de la montaña. Solo así experimentará la condición de saber desde ese lugar.

  Los conocimientos de los que se vanaglorian muchas personas son simples creencias. “Le creen a él, le creen a ella, le creen al pastor, le creen al sacerdote, le creen al político, al maestro, al youtuber o influencer. Y para remate, se creen todas las estupideces que suponen, sin hacer ninguna reflexión o estudio del asunto. 

  La experimentación del conocimiento es un estado espiritual, y esa experiencia no se puede transmitir de un pensante a otro.

  El sabio por lo general habla poco, no tanto como una regla del formato de ser sabio ante los demás.

 Se debe que está lleno de experiencias, y esa experiencia en particular, de saber que solo será entendido por quien haya puesto un pie en el mismo lugar, no pierde tiempo hablándole a sordos.

  Sin embargo, el sabio tiene el cuidado de describir el camino que transitó lo mejor que puede, ya que hay muchos otros que vienen escalando la montaña, y hace mucho bien ahorrar tiempo y evitar peligros.

  Lo recomendable para un pensante es seleccionar los intereses propios. Esos por los que alguna vez o todavía está trabajando en hallar respuestas. Así echa a un lado o les quita importancia a las curiosidades o los intereses contagiados.

 Hoy en día es una profesión ser un motivador, expertos en entusiasmar, en implantar un interés que cause que la persona se lance de cabeza de un décimo piso porque le garantizan que no se va a matar.

  Sometido a este acoso, es fácil saber lo que se quiere, pero saber si es en verdad lo que se quiere, no es nada fácil para quien su personalidad está recubierta con todos los afiches publicitarios, marcas, y logotipos de quienes manipulan sus gustos y deseos.

  Ha sido un placer. Buen provecho sabiendo lo que quieres saber. Nos vemos pensantes.

  Autor: Emilio R. Fernández Ramos      

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