LAS SOMBRAS DEL AMOR

  


LAS SOMBRAS DEL AMOR

(Prosas de malas noticias)

Cuando la temperatura de la vida se vuelve insoportable, no hay mejor refugio que guarecerse en las sombras del amor.

Hubo una vez que la humanidad fue invitada a reforestar de amor las áridas y desérticas consciencias, pero birlaron la semilla primigenia del amor y con su crimen impidieron la inseminación que iba a ocurrir en todos los corazones.

El amor quedó sin sombras, el egocentrismo se apropió de su uso, e impidió que sus ramas crecieran y se extendieran más allá del yo mismo.

El yo y los míos, el yo y lo que creo, el yo y mi inteligencia, se encargaron de dar uso exclusivo a las sombras del amor.

Aquellos que no han podido hacer germinar la semilla del amor en sí mismo, o su siembra ha padecido de un clima psicológico devastador, lleno de tempestades y fuertes tormentas sociales, andan desamparados con el alma expuesta en carne viva, recibiendo una lluvia de meteoritos incandescentes que laceran las ganas de seguir viviendo.

El anhelo por guarecerse en las sombras del amor de otro, es una probabilidad muy ínfima que pocos tienen la dicha de encontrar a alguien tan benevolente que no mira diferencias y los prejuicios están ausentes.

Una sombra de amor en el desierto de la faz de las consciencias que pueblan el planeta, es una fuente de maná donde las vidas psicológicas acuden hambrientos para encontrar alivio a las precarias condiciones en que se encuentra su mundo virtual; que llaman: “mi verdadera vida.”

Sembrar el amor en la mente ha sido y será un amor sin sombra. Un amor sembrado en la mente está rodeado de ideas, creencias y consideraciones que tienen limitada la inclusión de lo que esa persona tiene o debe amar.

Loa amores sin sombras son tan excluyentes, que en su voracidad por excluir se excluyen así mismo. La desunión, la falta de hermandad o solidaridad nace de estas consciencias que sembraron el amor en su mente, y terminan saturados de un egoísmo perverso. Perversidad que no puede ser sentida porque sometido a la inclemencia de su propio desamor, no le queda otra, que abrasarse a los ardientes barrotes de su mente, y dejarse hundir en las sombras de la inconsciencia para no sentir nada.

El cambio climático seguirá su curso hacia el recalentamiento global y las consciencias poderosas que tienen las riendas del “poder”; impasibles, serenos y tranquilos, refugiados en sus oasis mentales, se refriegan las manos de emoción para que les suba la adrenalina al tope, y vivir la maravillosa experiencia de ver como se achicharran de penurias aquellos que no fueron incluidos en su privada sombra de amor.

Pero el amor no puede morir, no es una expresión de súplica o simple deseo. El amor en verdad no muere, en todo caso si algún día este universo y la vida que en él se reproduce cesa su existencia, aun así, el amor sigue existiendo en el creador.

Su magnífica obra es la mejor demostración de ese amor. Por esa razón el único terreno donde el amor se expande exponencialmente, es en su creación, no en la creación mental que llamamos; “mi propia vida” o “mi verdadera vida”.

Como puedes comprobar, es esa vida que has creado tú, la que adolece de innumerables defectos. Ahí, el amor que siembres, es para uso exclusivo.

Por favor verifícalo. Comprueba a ver si tu amor no es excluyente. Con solo observar que amas a alguien o a algo más que a otro, o que solo amas en mayor o menor grado a la gente que conoces, y te importa un comino quien no conoces, ese es un amor mental. Ese es un amor sin sombras.

El alivio de los combatientes en la guerra, y la indiferencia de los que la están viendo, es que están matando gente que no conocen. Gente que están excluidos de las sombras de su amor mental.

Siembra tu semilla de amor en la obra del creador, de allí provino esta vida y apoyados en esta vida fisiológica, fue que nos construimos una vida psicológica, pero con tantos defectos que da vergüenza llamarnos creadores.

 Ha sido un placer. Buen provecho. Nos vemos pensantes. (Sigue a Fuente de Inspiración y únete a su sombra de amor)

 Autor: Emilio R. Fernández Ramos   

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