EL HOMBRE CASADO Y LA PRUEBA DE AMOR

 


EL HOMBRE CASADO Y LA PRUEBA DE AMOR

 (Prosas responsables)

No se trata de pedir lo que no nos están dando. Se trata de probar si el amor que decimos sentir por nuestra pareja es un amor que resiste cualquier maravillosa y espectacular tentación.

Ocurre de vez en cuando que nos tropezamos con cuerpos monumentales, cuerpos de exhibición que la sociedad elige como los más bellos para que todos sepamos cuales son los gustos que debemos tener y lo que debemos desear.

Son los modelos de cuerpos que despiertan tentaciones, y vienen las dificultades. Es imposible evitar compararlos con la mujer que nos espera en el hogar o que está trabajando para aliviarnos la presión de la carga familiar.

Y siempre, siempre, todo el tiempo, quien pierde es ella. Pierde nuestra pareja.

Esa preciosura que se tongonea ante nuestra vista, que tiene todas las partes de su cuerpo en la proporción correcta y camina mandando señales provocativas que nos entran como flechas de cupidos en el pleno centro de la mente. Causa que se suelte la imaginación provocando lamentos de ser un hombre casado y otras veces deseando mandar a nuestra mujer al carajo.

El demonio con cuerpo de mujer crea las circunstancias para que veamos que tenemos oportunidad de ganarnos ese premio y coronarnos como ella, pero como el hombre más afortunado del mundo, y que todo otro hombre que nos vea, se muera de la envidia.

Pasando por este huracán de tentaciones, con los pies que caminan solos, los testículos apresurados en producir espermas para garantizarnos la reproducción de nuestro apellido, y la mente lamiendo cada milímetro de la superficie de la piel de la modelo; es el momento apropiado para hacer la prueba de amor.  

Ya yo la he hecho y he comprobado que amo a mi esposa. La prueba consiste en observar que lo que estamos comparando es el cuerpo de nuestra pareja con el cuerpo monumental que nos ha obnubilado la mente. Obnubilar significa, que se ha perdido la capacidad de razonar y darnos cuenta con claridad de las cosas.

Pero NO hemos comparado a quienes son dueños o están dentro de esos cuerpos. Esta que me tiene alborotado las testosteronas es una desconocida.

Mi mujer es como me gusta que sea, y tengo la certeza que no habrá otro ser como ella y que hasta puede haber mejores, pero hay muy pocas probabilidades que esta mujer que parece un ventilador soplando sonrisas a todo hombre que ve, sea de la calidad espiritual de mi esposa.

Admito que me gustaría traerla y sacar a esta desconocida de su cuerpo y meterla a ella para que valga la pena la aventura. Pero como es imposible, todas esas locas fantasías terminaran en el pipote de basura.  

Así hice la prueba de amor. Ya que los cuerpos son los que se desean, y los seres espirituales son los que se aman.

 Autor: Emilio R. Fernández Ramos

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