NUESTRA RELACIÓN FUE NEGOCIADA

 


NUESTRA RELACIÓN FUE NEGOCIADA

(Así me lo conté)

Vendí y compré un amor, pero tuve que usar como moneda de pago; el corazón.

Fue una transacción que se concretó después de tres años de encuentros todos los días para poder llegar a esta compraventa. Ella quiso conocer hasta las letras más pequeñas del contrato y comprobar si era cierto que yo podía llevar lo prometido a la realidad. No quiso conformarse con mis promesas y se tomó su tiempo para ver si las clausulas de mi personalidad eran producto de mi inspiración, o si las había copiado de los preceptos de otros amores que insisten de manera autoritaria, imponer el modo como se debe demostrar que se ama.

La compradora probó mis besos de distintas maneras y me llevó a ambientes donde la moral social se niega a reconocer que los besos en ese lugar sean una expresión de amor. Tuve que pedirle que me repitiera la prueba varias veces, pero al final pasé con buena puntuación.

Nunca me preguntó ni quiso saber que pensaban mis padres, familiares y amigos de una relación entre nosotros. Me pidió eliminar esos términos del contrato, ya que, con toda razón, sostuvo que el amor era un producto exclusivo de nosotros dos y no de la opinión o ideas de nadie más.

Fue una larga negociación que tenía como uno de los objetivos esenciales; que cada uno de nosotros descubriera sus propios autoengaños. Me dijo: “es costumbre enamorarse de quien creemos y sentimos que conocemos muy bien, debido a que se producen en nosotros una serie de reacciones emocionales y existenciales agradables y damos por hecho que sabemos lo que queremos.

Tenemos una consciencia del amor que sentimos, por las reacciones que se producen en la mente y en el cuerpo, pero si alguien para saber que ama, necesita pasar por estas reacciones físicas y emocionales agradables, entonces no se conoce, no sabe lo que es el amor verdadero.

Es el tipo de persona que puede amar una droga, el aguardiente o cualquier otra sustancia psicotrópica, tanto como dicen amar a una persona, por el solo hecho de que le produce sensaciones agradables. Eso es autoengaño.”

Debo reconocer que su agudeza para el amor me hizo dar cuenta que mi amor había nacido entre la maleza social, y yo pretendía que el de ella se viniera a vivir conmigo en un habitad donde los amores sobreviven por imposición de la fuerza y la autoridad.

La firma de este contrato tuvo como testigo un cielo despejado, con veloces nubes que pasaban saludando en dirección contraria al rostro del sol que sonreía mientras descendía en el horizonte. La fuerte brisa que soplaba desde el mar hacia la playa donde nos encontrábamos, causó que sus cabellos me entraran en la boca mientras sellábamos con un beso el intercambio de corazones.

Ella prometió cuidar mi corazón hasta que dejara de latir y yo me comprometí a proteger el suyo y no permitir que de mi parte le ocurra algún sufrimiento. Y lo hemos cumplido después de 30 años juntos.

  Autor: Emilio R. Fernández Ramos

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