¿MUERE EL ESPIRITU NAVIDEÑO?

 


¿MUERE EL ESPIRITU NAVIDEÑO?

PROSAS NAVIDEÑAS

La tradición occidental invita a la manifestación del espíritu navideño para celebrar el natalicio del maestro Jesús y el fin de año. El espíritu navideño es un espíritu colectivo que debiera envolver a toda la población sin distención de ningún tipo. Pero hay quienes no pueden aportar su espiritualidad navideña, sus situaciones o condiciones de vida los están suprimiendo tanto que no tienen voluntad para encender entusiasmo y alegría en estas navidades. Triste realidad; tristeza que en algunos no se ve, pero se sienten las lágrimas flotando en el ambiente. A la espiritualidad si se le presta atención, se descubre para beneplácito del que lo haga que es la experimentación de la esencia misma del creador supremo. La espiritualidad no se busca en la carne, en los huesos, en lo material en general, o en el conocimiento que se conserva con orgullo por la sapiencia que aporta al portador. La espiritualidad es un estado subliminal que no causa fricción o roce con ninguna otra persona. Es un estado de inclusión que provoca cobijar hasta el más desamparado con la poca sombra que se pueda dar. El espíritu navideño es el espíritu del amor, y amor significa unión. Pero no es cualquier unión, no es cualquier amor, no es cualquier caridad, no es cualquier sentimiento de lastima o compasión. Existen muchos dadivosos y buenos samaritanos que sus gestos tienen un interés o propósito personal oculto, quieren ganarse su estadía en el cielo, quieren que Dios les perdone sus pecados o errores, quieren que la gente los vea y les haga homenajes por ser buenas personas. Estos son los falsos espiritualistas. Y la sociedad está llenando de esta espiritualidad a las nuevas generaciones por lo que se vislumbra una desintegración de la buena cultura. La cultura y tradiciones que unen a las familias, que unen a las familias con familias amigas, y la amistad se deja salir a la calle sin ataduras para el reencuentro y darle un abrazo de sincero amor a cualquiera que se encuentre en el camino.

Autor: Emilio R. Fernández Ramos  

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